El Amor
a la sabiduría. Etienne Gilson. Ed Rialp
El
filósofo francés Etienne Gilson (1884-1978) ofrece, en las dos conferencias que
componen este libro, un valioso repaso a las características del trabajo intelectual.
Resaltan sus reflexiones sobre dos valores que escasean hoy: el rigor
intelectual y el amor a la verdad.
Firme
defensor del valor de la metafísica, trabajó intensamente la obra de Tomás de Aquino,
una de las cimas del pensamiento humano, y se fija en su método para
aproximarse a la verdad: calma, serenidad, buen carácter, disposición de hallar
y valorar incluso la más pequeña parte de verdad que se encuentre en las
proposiciones ajenas.
Miren
por ejemplo estas frases, que harían bien en considerar tantos personajes de
nuestra vida pública:
“Doctrina
–dice Tomás- debet esse in tranquillitate. La mente de un filósofo debe estar
en paz. Su primera cualidad es tener buen carácter: no debe enfadarse nunca con
una idea. Hacerlo es, primero que nada, una tontería; pero, sobre todo, el
único interés del filósofo es comprender. El tremendo esfuerzo moral de la
voluntad, que se requiere de un filósofo en su búsqueda de la sabiduría, no
debería tener ningún otro objetivo que proteger su intelecto de todas las
influencias perturbadoras que pueden interferir el libre juego de las virtudes
de ciencia y entendimiento.
Un
filósofo de buen carácter nunca ataca a un hombre para desembarazarse de una
idea; ni critica lo que no está seguro
de haber entendido correctamente; no rechaza superficialmente las objeciones
como no merecedoras de discusión; no toma los argumentos en un sentido menos
razonable de lo que se desprende de sus términos.
Por
el contrario, puesto que su interés es la verdad y nada más, su único cuidado
será hacer entera justicia incluso a aquel poco de verdad que hay en cada
error. Para un verdadero discípulo de Tomás de Aquino el único modo de destruir
el error es ver a través de él, esto es, una vez más, entenderlo precisamente en
cuanto que error.
En
filosofía una sola cosa es peor que el error; es lo que alguna gente gusta
llamar su “refutación”, cuando virilmente condenan lo que no entienden. Tomás
nunca comete tales errores. Lo que él considera es lo que un hombre ha dicho,
entendido en el sentido más inteligente del cual sean susceptibles las
palabras. Una vez que se ha asegurado de su sentido, Tomás siempre refuta la
opinión de un adversario asignándole un sitio en una cierta escala doctrinal
suya; estas escalas no clasifican las doctrinas según su proximidad al error,
sino de acuerdo a su lejanía de la verdad.
Así
comprendido, incluso el error tiene sentido y, porque es un acto de
comprensión, su propio rechazo como verdad incompleta se convierte en obra de
paz: doctrina debet esse in tranquillitate.
El
respeto incondicional de la verdad nos obliga a buscarla no solo en las
afirmaciones de nuestros adversarios, sino también en las de nuestros amigos.
Quiere decir que no deberíamos aceptar nunca lo que dice un filósofo por
ninguna otra razón que por la verdad de lo que dice. “No mires a quién escuchas
–dice Tomás-, mas lo que oigas de bueno encomiéndalo a tu memoria.”
Nuestra
admiración por una persona debe justificarse en la razonabilidad de lo que
dice, y no la razonabilidad en la admiración. Cuando no entendemos claramente,
o si no vemos por qué tiene razón, la actitud tomista es seguir el consejo: “Trata
de comprender aquello que leas u oigas. Certifícate de tus dudas” y “No busques
aquello que te sobrepasa”. Pero no
tengas prisa en decidir que la metafísica está más allá de tu alcance; la
búsqueda de la sabiduría es un trabajo lento, y los estudiantes más brillantes
no son siempre los mejores filósofos. Mientras sus compañeros de clase hablaban,
el “buey mudo” (así apodaban a Tomás) estaba tratando de comprender.”
Poner la verdad por delante de partidismos. Aprender a razonar rigurosamente y libres de consignas. Dialogar escuchando con respeto, sin impaciencia, y partiendo del punto de vista del otro… Esas son las actitudes de quienes aman la sabiduría, y saben que la pregunta no es de qué bando eres, sino dónde está la verdad.
Buen libro para tener a mano y repasar de vez en cuando. Las reflexiones de Gilson sirven para cuantos se proponen contribuir a la construcción de una sociedad libre con su inteligencia, porque sin verdad no hay libertad posible. Muy interesante para cuantos se mueven en ambientes educativos, políticos y de opinión pública.
El trabajo intelectual es otro interesante el libro sobre el mismo tema, publicado por el filósofo francés Jean Guitton, "dirigido a quienes no han renunciado a leer, pensar y escribir."