Mostrando entradas con la etiqueta creación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta creación. Mostrar todas las entradas

sábado, 6 de marzo de 2021

Dios y la ciencia

 



Dios y la ciencia. Hacia el metarrealismo. Jean Guitton. 

Ed. Debate, 1998

 

El filósofo francés Jean Guitton fue miembro de la Academia francesa y de la Academia de Ciencias morales y políticas. Fue el único laico que participó en el Concilio Vaticano II. Falleció en 1999. Profundo y certero pensador, nos ha dejado una ampliaproducción filosófica, en la que abundan los trabajos sobre el conocimiento humano y el conocimiento de Dios.

 

Este libro está escrito en conversación con dos astrofísicos, los hermanos Igor y Grichka Bogdanov. Guitton contrasta las ideas metafísicas con los datos que aporta la ciencia, y muestra que es posible tender puentes entre lo material y lo espiritual, porque los últimos avances científicos parecen avalar que esos puentes realmente existen. Muestran una inusitada convergencia con el conocimiento teológico. Se diría que la ciencia nos dirige a lo trascendente, idea que a un cristiano no le debe sorprender. Dios no es demostrable por el método científico, pero la teoría cuántica y la nueva física, lejos de contradecirlo, ofrecen un punto de apoyo científico a las concepciones de la religión.

 

Anoto algunos de los datos interesantes que aporta el libro:


Jean Guitton

 

La teoría cuántica parece haber llevado a los físicos a un muro de incertidumbre, a lo que Guitton llama "agnosticismo respecto a la ciencia." La física se ha topado con la existencia de límites físicos al conocimiento, “unas extrañas fronteras” que hacen que el universo no sea plenamente cognoscible. He aquí algunos de esos límites:

-El principio de complementariedad enuncia que las partículas elementales (o mejor, los fenómenos elementales) son a la vez corpusculares y ondulatorios.

 -Existe un “quantum de acción” mínima medible, la constante de Planck: es la más pequeña cantidad de energía que existe en el universo, la más pequeña acción mecánica concebible. Es el límite de divisibilidad de toda radiación, y por tanto de toda divisibilidad.

-La teoría cuántica nos dice que la realidad “en sí” no existe. Depende del modo en que decidamos observarla. Las entidades elementales pueden ser a la vez onda y partícula: a la vez, al mismo tiempo. Y son realidades indeterminadas. Frente a la teoría cuántica no se sostienen interpretaciones del universo como la objetividad y el determinismo.

-Un dato sorprendente que aporta la física es que existe un orden en el seno del caos.  En un universo sometido a la entropía, irresistiblemente arrastrado hacia un desorden creciente, aparece el orden. ¿Cómo y por qué?

-La teoría cuántica nos dice que espacio y tiempo son ilusiones. Pero sin embargo existimos, estamos ligados a algo que trasciende las categorías de espacio y tiempo. Algo que se asemeja más al espíritu que a la materia.

 

La teoría del Big Bang


Fuente: NASA


Basta medir la velocidad con que siguen expandiéndose las galaxias, separándose unas de otras, para inducir el momento primero, en que se encontraban concentradas en un punto. La teoría del Big Bang, de Lemaître, no surgió como un argumento creacionista, sino como forma de resolver la incógnita de la constante cosmológica de Einstein. El hecho de que resuelva apreciablemente bien el problema es sin duda sorprendente. 

Las leyes de la física permiten describir hoy con precisión multitud de datos, que nos dan una idea vertiginosa de la grandiosidad del universo:   

-El primer instante después del tiempo 0 fue 10 elevado a -43 segundos (apenas un relámpago, dentro de los 15 mil millones de años que dura el universo).

-En ese instante el universo medía 10 elevado a -33 cm.

-El calor del universo era de 10 elevado a 32 grados.

-El tamaño del núcleo del átomo es de 10 elevado a -13 cm, miles de millones de veces más grande que el universo en ese instante.

-La constante de Planck (6,626 elevado a -34 julio-segundos) es la más pequeña cantidad de energía que existe en el mundo físico, la más pequeña acción mecánica concebible. Hay también una longitud la más pequeña concebible entre dos objetos separados, y una unidad de tiempo el más pequeño posible.

-La edad de la Tierra: 4.500 millones de años. El universo, 15.000 millones.

-En los primeros instantes del universo (entre 10 elevado a -35 y 10 elevado a -32 segundos: o sea, milmillonésimas de segundo) el universo se hincha 10 elevado a 50 veces (como del núcleo del átomo a una manzana). Desde entonces hasta ahora “sólo” ha crecido 10 elevado a 9: o sea, mil millones de veces.

-el tamaño del universo observable es 10 elevado a 28.


Son datos asombrosos. Sin embargo, las leyes de la física no saben ni pueden responder a estas preguntas: “¿por qué hay algo en lugar de nada?” o “¿por qué apareció el universo?”

 

Autoestructuración y sincronicidad de la materia

 

A nivel molecular se da una autoestructuración de la materia de acuerdo con leyes aún no conocidas, que tiende a contradecir el 2º principio de la termodinámica: lo que se observa no es que el sistema pase del orden al desorden, en el transcurso del tiempo, sino que se comporta como un sistema abierto que intercambia continuamente con el exterior materia, energía e información. Se dan unas fluctuaciones de la organización molecular de manera que aparecen estructuras más ordenadas en el seno del desorden molecular, creándose estructuras cada vez más complejas.

 

Este inesperado creciente de orden puede estar en la base de la intrigante aparición de la vida a partir de la materia inerte. La materia parece poseer un principio de autoestructuración que desconocemos, y que dirige su organización.

 

Parece pues que debemos añadir a los conceptos de espacio, tiempo y principio de causalidad el principio de sincronicidad: existe un orden universal de comprensión, complementario de la causalidad, que permite o explica que el universo de lo viviente tenga un creciente grado de orden, al contrario que la materia inanimada. Las moléculas básicas para la vida parecen disponer de sistemas de autoorganización y comunicación que les permiten crear estructuras vitales cada vez más perfectas.

 

 Esos sistemas nos hablan de un orden supremo que regula todos los fenómenos, las constantes físicas, las condiciones iniciales del universo, el comportamiento de los átomos…

 

Materia vacía



La materia está hecha de vacío. En realidad parece inatrapable. Si observamos una llave, para hacernos cargo del tamaño de los átomos que la componen, tendríamos que imaginar que la llave tiene el tamaño de la Tierra, y el átomo sería del tamaño de una cereza. Para hacernos idea del tamaño del núcleo de ese átomo, la cereza tendríamos que ponerla a escala de un balón de 200 m. de diámetro, y a esa escala el núcleo apenas sería una mota de polvo. Los átomos que componen el sustrato de la llave están vacíos.

 

Sin embargo, el número de átomos es descomunal. Si una persona fuera capaz de contar mil millones de átomos por segundo, tardaría más de cincuenta siglos para contar los átomos que hay en un grano minúsculo de sal. Son tantos, que si tuviesen el tamaño de una cabeza de alfiler cubrirían toda Europa con una capa uniforme de más de 20 centímetros de espesor.

 

Si entramos en el interior del núcleo, ahí están los hadrones, que parecen descomponerse en quarks, partículas que existen en grupos de 3 y que en realidad parecen inasibles, son sólo una ficción matemática que funciona.

 

Según la teoría físico cuántica relativista de los campos, las partículas no existen por sí mismas, sino a través de los efectos que originan. Ese conjunto de efectos se llama “campo”. Los objetos que nos rodean no son más que conjuntos de campos (electromagnético, gravitatorio, protónico y electrónico). La realidad es un conjunto de campos que interaccionan permanentemente entre ellos, en forma de vibraciones.

 

Según la teoría cuántica, todo parece comportarse como si el acto de observación fuera el determinante de la materialización de la realidad, única e indivisible. Antes de la observación todo es sólo una función ondulatoria. (Como si el universo proviniese del derrumbamiento de una especie de función ondulatoria universal, provocado por un observador exterior).

 

La materia, como demostró de Broglie, está compuesta de configuraciones ondulatorias que interfieren con configuraciones de energía. Como en los hologramas, la materia es una configuración codificante de materia y energía. Cada región del espacio contiene la configuración del conjunto.

 

En realidad, la luz y el color no existen en sí mismos. Lo que la retina percibe son ondas electromagnéticas. No hay sonidos, ni música, sólo variaciones momentáneas de presión del aire en nuestros tímpanos. No hay calor ni frío, sino moléculas con mayor o menor energía cinética.

 

El universo parece un mensaje redactado con un código secreto, que correspondiera a los físicos descifrar. Materia, energía e información parecen los componentes de ese código.

 

Las abundantes referencias científicas suponen cierta dificultad para la lectura del libro, pero gustará a quienes desde las matemáticas y la física se preguntan a menudo por el misterio de la vida y del cosmos, y sueñan con encontrar la clave del misterio que encierran.

 

Guitton y sus colaboradores astrofísicos cumplen, a mi juicio, lo que se han propuesto: “mostrar que los últimos progresos científicos permiten entrever una convergencia entre la física y la teología.”


Un buen trabajo de divulgación sobre el origen del universo es también este libro del profesor Martínez Caro.

 

miércoles, 22 de junio de 2016

Varón y mujer: el riesgo del amor

Varón y mujer. Teología del cuerpo
Juan Pablo II. Libros Palabra



                                                  



Este valioso libro, prologado por la profesora Blanca Castilla, recoge un ciclo de homilías en torno al amor humano, pronunciadas en las audiencias generales por san Juan Pablo II. Es una ayuda formidable para cuantos desean convertir el matrimonio en camino de santidad, en una sociedad sometida a fuertes presiones hedonistas y materialistas, que con frecuencia ha perdido el sentido de la sexualidad.




Con profunda intuición teológica, y el sugerente estilo espiral que le caracterizó, Juan Pablo II analiza el significado del amor humano, de la feminidad y masculinidad, de la modestia y el respeto a la dignidad del cuerpo, a la luz de las palabras de Jesucristo recogidas en el Evangelio (Mateo 19 y Marcos 10): "Al principio no fue así". 




Por "al principio" entiende Juan Pablo II una referencia de Jesucristo al estado de inocencia originaria en que vivían Adán y Eva. Antes del pecado original, varón y mujer se ven mutuamente como Dios les ve: son imagen de Dios, y una donación que Dios les hace del uno al otro. Toda la creación es un gran don que Dios deja en manos del ser humano para que lo cuide. Dios mismo es don, amor que se da. Y ser imagen de Dios es aprender a darse.




La "desnudez" originaria significa el bien originario de la visión divina, que varón y mujer poseen, que les permite conocerse "sin sentir vergüenza", con toda la paz y serenidad de la mirada interior. Esa ausencia de vergüenza significa plenitud de comprensión del significado del cuerpo, como donación. No significa una carencia, sino plenitud de conciencia y de experiencia.




La inocencia originaria es el testimonio tranquilo de la conciencia, que precede a cualquier experiencia de bien y de mal. Inocencia malherida por el pecado original, pero rescatada con creces por la Redención, que permite volver a descubrir el amor humano en toda su bondad original ("el mundo es bueno porque ha salido bueno de las manos de Dios") como donación entre varón y mujer. Así es posible llegar a comprender que la felicidad, como dice Juan Pablo II, es el arriesgarse en el amor: porque amar es darse.  













sábado, 2 de marzo de 2013

Creación y pecado. Joseph Ratzinger









Creación y pecado. Joseph Ratzinger . Ed NT, 1992 


    En 1991 el cardenal Joseph Ratzinger pronunció cuatro conferencias cuaresmales en la catedral de Munich. Deseaba cubrir una laguna que observaba en la catequesis de aquellos años: se omitía la referencia a los relatos de la Creación, contenidos  en el Libro del Génesis. Algunos pensaban que habían quedado obsoletos, que no eran ya  válidos.  

      Ratzinger sale al paso de este error, procedente de una falsa interpretación de la Sagrada Escritura, y nos enseña las maravillas que encierra el libro del Génesis cuando lo leemos guiados por el mismo Jesucristo, Palabra de Dios Encarnada.


 Este libro aporta una visión clara y penetrante acerca del orden primigenio de la creación, su belleza y armonía, inexplicables por el puro azar. Y acerca de quién es el hombre, creado por Dios a su imagen y semejanza, "del barro de la tierra", según la imagen del Génesis. 

Cada hombre, en cada generación, se hace la pregunta necesaria: ¿quién soy? y ¿qué quiero ser como hombre? De la respuesta que de a esa esencial pregunta depende su futuro como persona y el futuro de la sociedad. ¿Qué es el ser humano?




Ratzinger  aporta una sugerente visión acerca del significado del pecado original, cuyo carácter hereditario parece chocar con la bondad divina. El pecado del hombre introduce el desorden en el cosmos, y ahora se trata de restablecer el equilibrio inicial, para que en el mundo vuelva a brillar la gloria de Dios y del hombre. Es un pecado que ha dañado a todo el género humano porque el hombre no está encerrado en sí mismo, es un ser relacional. Es esencialmente relación a los otros.


       Ser verdadero hombre significa estar en la relación del amor, primero y esencialmente con Dios, y también con los demás. Y el pecado significa estorbar esa relación, o destruirla totalmente. El pecado, al  pretender convertir al hombre en Dios, interrumpe su relación a los demás, falsea todas las relaciones, y afecta por tanto a todos los hombres. Cada hombre llega al mundo con una interdependencia en la que las relaciones han sido falseadas. Ya desde el comienzo de su existencia el hombre está perturbado por el pecado, que le tiende la mano… y el hombre lo comete.

         Esta idea del hombre como ser esencialmente relacional, que se comunica con otros, ha sido tratada también por Ratzinger en su libro Jesús de Nazaret.  Cuando el hombre rompe la comunicación  con Dios, rompe la más esencial de sus relaciones. Esa es la mayor tragedia del hombre de nuestros días, que ha olvidado su necesidad de dirigirse a Dios y hablar con Él. De ahí la importancia de recuperar el sentido de la oración y la necesidad de rezar.


Jesucristo, Pantocrator del Sinaí



         La Sagrada Escritura adquiere su sentido verdadero cuando la leemos hacia atrás,  desde Jesucristo, guiados por Él. Desde Él, desde su vida y sus palabras, la Palabra escrita en el Antiguo Testamento adquiere su pleno sentido. Y con Él, vemos que Dios ha creado el Universo para poder establecer con los hombres una historia de amor, para poder hacerse hombre y desparramar -dice Ratzinger- su amor entre nosotros.

          Dios formó al hombre "del barro de la tierra", dice el Génesis. Esa imagen explica mucho sobre nuestra realidad más íntima. Explica  que no somos dioses: no nos hemos hecho a nosotros mismos. Y explica que somos iguales, formados todos del mismo barro, de la misma materia. Nadie es más que otro. Por eso el cristianismo es una rotunda negación de toda forma de racismo.

          Pero el relato del Génesis dice mucho más: "a imagen de Dios lo creó". Al hacerlo a su imagen, Dios entra a través del hombre en la creación. Al hacernos a su imagen, Dios prepara el camino para su Encarnación como uno de nosotros: desde ese momento era posible. 

 Donde deja de verse al hombre como imagen de Dios, colocado bajo su protección, surge la barbarie. Y al contrario: donde se descubre que el otro, cada ser humano, es una imagen de Dios, aparecen la categoría de lo espiritual y la categoría de lo ético. No todo vale. Dios obra el bien, y también nosotros hemos de obrar como Él. Debemos hacer el bien y evitar el mal.   No todo lo que se puede hacer es bueno. Mi conducta debe ser ética, acorde con mi dignidad de imagen de Dios, y con la dignidad del otro que también es imagen de Dios.

  Una consecuencia más: si somos imagen de Dios, es que hay Otro del que somos esa imagen. El hombre que se encierra en sí  mismo y se niega a hablar con Dios, dirigiéndose a Él con un “Tú” personalísimo, niega lo más esencial de su ser, que es la relación con su Dios Creador, que le ha dado el ser y de quien es imagen. Por eso rezar, dirigirse a Dios, es la acción más propiamente humana.


 Ratzinger no rehúye el diálogo razonado con los que se manifiestan  ateos. Así, glosando las palabras de Monod y al hilo de su discurso, hace ver cómo los grandes proyectos de la vida que descubrimos mediante la ciencia, y maravillan incluso a quienes se piensan ateos, nos remiten a una Razón creadora.

   Este libro es  una extraordinaria catequesis sobre cómo leer la Sagrada Escritura. Un ejemplo entre muchos: cuando glosa las palabras de Pilatos mostrando a Jesús destrozado por la cruel tortura  de la flagelación: Ecce Homo. Ved aquí al hombre. Esto es el hombre. Lo que significa: "Esto es lo que es capaz de hacer el odio, cuando descarga su ira contra un inocente". Pero también: "Esto es lo que es capaz de soportar el amor de Dios". El Dios hecho Hombre, de quien somos imagen, que se nos ofrece como ejemplo de vida, nos descubre con su ejemplo hasta qué punto debemos amar a los demás, estando dispuestos a perdonar sus ofensas hasta el heroísmo.

 Un libro profundo, como todos los de Ratzinger, que constituye una delicia para la inteligencia y un manantial de sentido para la vida.