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martes, 16 de mayo de 2017

Deuda de sangre y la necesaria pregunta sobre Dios

Deuda de sangre. Michael Connely. Ed Taurus, 2001





        Terry McCaleb es un inspector retirado del FBI, famoso por haber resuelto casos de crímenes en serie. Acaban de ser sometido a una operación de transplante de corazón, y se dispone a disfrutar  plácidamente de su  retiro.  Vive en un pequeño yate,  amarrado en un puerto deportivo  cercano a Los Ángeles.


      Inesperadamente  se presenta en su barco la hermana de la donante del corazón , que murió asesinada. Desea que Terry busque al asesino. Comienza aquí una sorprendente intriga policíaca, bien trazada técnicamente en sus detalles, que mantiene la atención en todo momento, a pesar del número de páginas (446) del libro.



Aunque apenas tangencialmente, en algún momento se apunta que el protagonista está sumido en una duda de fe en la existencia de Dios, a la que le han llevado las injusticias y crímenes que ha presenciado en su dura vida como policía. Es el problema de la existencia del mal, que hace dudar a muchos.  El nuevo amor de Terry (la hermana de la donante asesinada, que a su modo sí tiene fe) hace despertar en Terry de nuevo la necesaria pregunta sobre Dios.


Pocos autores se atreven a hablar de la trascendencia, a pesar de que sea el tema humano más esencial: de dónde venimos, qué hacemos aquí, cuál es nuestro destino. Todos llevamos dentro esas preguntas. Algunos prefieren hacerse los desentendidos y vivir como si no existieran, pero la realidad es tozuda. Es de agradecer que, también en esto, Michael Connely sea sincero con el lector y no le oculte del todo la dimensión sobrenatural: así logra también una trama más auténtica.

sábado, 13 de abril de 2013

La caja negra




La caja negra. Un caso del inspector Harry Bosch

Michael Connelly. Ed RBA,  2012. 


Michael Connelly (Filadelfia, 1956) comenzó como periodista de sucesos en las calles de Los Ángeles. En su primera novela (El eco negro) introdujo la figura del inspector Harry Bosch, protagonista desde entonces de 18 de sus novelas negras. Esta es la última de ellas.

 

Novela de trama policíaca, viene descrita en su contraportada -con típica exageración, aunque no exenta de verdad- como de “escalofriante acción, magistral construcción de los personajes, endiablado ritmo narrativo.”

 

El inspector Bosch es un buen profesional, ya maduro. Y es íntegro, aunque odia las trabas procedimentales de los burócratas, que con demasiada frecuencia frenan su trabajo de investigación. En este caso se enfrenta al misterioso caso del asesinato de una reportera, abierto y no resuelto durante más de veinte años. Encuentra conexiones entre los disturbios en Los Ángeles, donde sucedió el asesinato, y la guerra de Irak.

 

Hay personas que tienden a justificar acciones criminales por el ambiente en que se han movido los protagonistas, como las situaciones de miedo o  angustia en que envuelve la guerra.   Pero para el inspector Bosch, una acción es tan criminal, despreciable o aberrante si se comete durante la guerra como si se lleva a cabo en un entorno pacífico. La guerra, piensa, no justifica el crimen, simplemente aflora la verdadera naturaleza de cada persona, buena o mala.  El inspector actúa en consecuencia, buscando a los culpables sin contemplaciones ni atenuantes.

 

Se lee con agrado y engancha. Tratándose de novela negra, hay que alabar el buen gusto de autores como Michael Connelly, que no caen en el gancho facilón y barriobajero del morbo sexual. Algunos autores españoles deberían tomar nota. Se pueden aludir a conductas miserables y mezquinas sin necesidad de convertir la narración en un cubo de miseria y mezquindad. Y se puede mostrar que hay bondad –la belleza del bien y de las conductas nobles, a contracorriente- aun en medio de lo más ruín. Se puede, porque así es la realidad.

 

Michael Connely, con más de 50 millones de ejemplares vendidos, demuestra que para tener éxito no es necesario el recurso a la zafiedad.