La economía, ciencia de apenas 300 años de vida, nació reclamando autonomía de cualquier otra norma ética. "El mercado es el mercado", o "la pela es la pela". La misma autonomía de la ética que para la política reclamó Maquiavelo, quien venía a decir que el político debe regirse por unos principios distintos de los que marca la ética del común de los mortales.
Si el político quiere triunfar como político, decía Maquiavelo, tiene que saber mentir. La "razón de Estado" puede justificar engaños o crímenes, guerras y bombas atómicas arrojadas sobre cientos de miles de civiles inocentes. Y no, esa autonomía de la ética no pude ser buena ni para la economía ni para el sistema. Los resultados lo demuestran.
Si en economía, como en política, el "listo" es el que miente mejor. Si se admira al financiero "sagaz" que sólo piensa en su propio beneficio y coloca con engaño productos tóxicos. Si el interés personal es la única norma del mercado, y se desprecia el interés común... aquello tarde o temprano revienta.
Si la norma ética no se asume a nivel personal por todos y cada uno, el sistema se caerá una y otra vez, por más "órganos vigilantes" que se introduzcan.
La ética es algo personal, pero eso no significa que sea sólo para vivirla en casa. Sólo personas honradas son capaces de edificar una sociedad justa. Sin esa honradez no hay confianza, término muy aireado ahora en las organizaciones. Pero lo que hay que airear es que generar confianza requiere mucho más que hablar de ella. Generan confianza las personas que son capaces de dar no sólo lo justo, sino más de lo que les correspondería.
Claro que este dar más de lo justo sólo puede nacer de un impulso ético de origen religioso. Pero no hay que asustarse: estamos hechos de esa pasta.
Resumen: crisis económica, sí. Pero sobre todo lo que tenemos es una crisis de modelo de economía, que se ha querido mantener independiente de la ética. Y así no funciona ni funcionará.