jueves, 25 de mayo de 2017

Un puente sobre el Drina

Un puente sobre el Drina. Ivo Andrîc



   Relato novelado de los avatares sufridos a lo largo de la historia reciente por las gentes que han poblado la zona fronteriza de los imperios turco y austro-húngaro, en la actual Bosnia-Herzegobina

   Publicada en 1945, Andrîc escribió esta novela durante la segunda guerra mundial. Gracias a ella recibió el premio Nobel de Literatura en 1961.

  La historia del puente sobre el rio Drîna, construido en Vichegrado por los turcos en el siglo XVI, y volado por los austríacos a comienzos del siglo XX, sirve a Ivo Andrîc como hilo conductor para reconstruir los sentimientos y mentalidades de los habitantes de esa zona tan conflictiva. 

   Andrîc nos muestra con maestría  a gentes de razas y religiones distintas que desean convivir en paz,  que normalmente mantendrían unas relaciones  de equilibrio y comprensión, pero que llegan a ser terriblemente violentas cuando los que gobiernan fomentan el nacionalismo, esa degeneración del patriotismo que predica el desprecio por otras naciones o culturas (Juan Pablo II)

   “…esa idea nacionalista que ahora predicas con tanto ardor, no pasa de ser un aspecto particular de tu vanidad (…) A partir del momento en que tu vanidad se quede al margen, todos esos sentimientos te resultarán extraños y alejados, y no te molestarás lo más mínimo por ellos…”

    

   

martes, 23 de mayo de 2017

Guía para la educación digital

Tsunami digital, hijos surferos. Guía para padres que no quieren naufragar en la educación digital.

Juan Martínez Otero. Freshbook Family



   

    La irrupción de internet ha generado un verdadero tsunami, que ha pillado desprevenidos a no pocos padres y educadores. No tanto por desconocimiento de la red (que también), sino sobre todo por ausencia de experiencias educativas ante un fenómeno novedoso.


   En los últimos años han aumentado las voces de alarma respecto al riesgo de internet, pero siguen faltando pautas concretas para la educación. Quizá falten también educadores dispuestos a ponerlos en práctica. Martínez Otero nos ofrece en este libro una buena guía para manejarse con acierto y seguridad en la educación digital.


   Los peligros que acechan en Internet son bien conocidos. Su uso descontrolado produce dispersión y pereza mental, falta de concentración, pérdida de tiempo, adicción a un mundo irreal de distracciones, autismo inducido… Por no hablar del destrozo que causan sus abundantes contenidos nocivos.


     Martínez Otero apuesta, no por un control férreo y extenuante, sino por lograr que los hijos se acostumbren desde pequeños a ciertas pautas sanas de vida, de manera que aprendan a prescindir “a gusto” de lo que no es apropiado.


    Internet ofrece un mundo irreal, en el que las cosas no cuestan esfuerzo. Pero la vida real las cosas cuestan trabajo y dedicación, y es preciso fomentar la cultura del esfuerzo desde pequeños. No se forja la personalidad a base de “likes” en Facebook. No se convierte uno en persona culta por tener a mano internet: es preciso retomar la ilusión de memorizar cosas y datos, porque sólo memorizando podremos traer a la mente el recuerdo de las cosas esenciales…





   Una manera positiva de alejar los peligros es ayudar a saborear la belleza de la vida real: cultivar aficiones, especialmente las que fomentan las relaciones personales (excursiones, deporte, lectura, música…); retomar normas elementales de cortesía que manifiestan respeto a los demás; dar prioridad a las conversaciones cara a cara y no  interrumpirlas por el móvil; fomentar las tertulias familiares en las que todos participan y aprenden a expresarse y escuchar; frenar el ansia de fotografiarlo todo, y en cambio disfrutar en vivo de paisajes y situaciones…


   
   Acostumbrarse a prescindir de los cascos con frecuencia, aprovechar algunos desplazamientos para saborear el silencio (lo que aumenta la capacidad de reflexión), acotar momentos en que usar el móvil, nunca usarlo en la mesa, desconectar notificaciones, no estar pendiente de los “likes”… El libro sugiere muchas ideas que padres y educadores pueden convertir en normas para la vida diaria. Así se crean hábitos que forjan la personalidad, la que todos necesitamos para surfear con elegancia en el tsunami digital, sin ser engullidos por la ola.


   


   





   








viernes, 19 de mayo de 2017

Jesús de Nazaret




       Esta impresionante trilogía sobre Jesucristo es fruto de un largo camino interior de Joseph Ratzinger, que comenzó a trabajar en el año 2003, antes de ser elegido Papa. Como afirma en el prólogo, ha sentido la urgencia de presentar la figura y el mensaje de Jesús, del Jesús histórico, que es el mismo Jesús de la fe cristiana.


El auténtico punto de referencia para la fe es la íntima amistad con Jesús. De esa amistad depende todo. Y corremos el riesgo de vaciarla de contenido si los exégetas, llevados de teorías poco fundadas, nos ofrecen unas reconstrucciones de la figura de Jesús no basadas en la realidad histórica sino en teorías personales.


Joseph Ratzinger hace un extraordinario trabajo de investigación histórica y teológica, en diálogo con los principales historiadores y teólogos -también no cristianos- acogiendo lo mejor de cada uno y señalando con rigor intelectual los aciertos, desaciertos y dificultades de cada uno.


Encontrarse con el verdadero Jesús, que vivió en la historia entre nosotros, es posible gracias al dato verdaderamente histórico de la personalidad de Jesús, que se nos presenta plenamente unida y enraizada en Dios. “Sin esa comunión no se puede entender nada, y partiendo de ella Él se nos hace presente también hoy”.


La fe bíblica no se basa en leyendas, sino en hechos históricos reales. Aunque la Escritura contenga diversos estilos de narraciones, la historia forma parte esencial de ella y de la fe cristiana. Por eso desde la fe se puede y se debe afrontar el método histórico: es una exigencia de la misma fe. Así, cuando decimos “et incarnatus est” (“y se encarnó”) estamos afirmando que Dios ha entrado en la historia real, se ha hecho uno de nosotros. Si dejamos de lado su realidad histórica, la fe cristiana queda eliminada y se transforma en otra religión.


La Sagrada Escritura no es mera literatura. Hemos de acudir a ella sabiendo que tiene tres autores que interactúan entre sí, y no son autónomos: el redactor, el pueblo de Dios, y Dios mismo.  El redactor o redactores materiales, que  no actúan solos, sino que se saben parte de un pueblo elegido, el Pueblo de Dios, por el que hablan y al que se dirigen; un Pueblo que a su vez se sabe guiado por Dios, que le habla. 


El trabajo de Benedicto XVI ofrece perspectivas insospechadas para entender mejor pasajes esenciales de la Sagrada Escritura, y especialmente del Evangelio. Con finura interior, y con el rigor intelectual  que le caracteriza, nos ayuda a ponerlos en relación con los problemas esenciales de la humanidad.



Es extraordinario, entre otros,  el pasaje en que analiza la oración sacerdotal de Jesús (Juan 17,20) y su profundo enraizamiento con la tradición judía de la fiesta de la Expiación, que restablece la armonía del pueblo con Dios, perturbada por el pecado, y que para los judíos representa la cumbre del año litúrgico. Porque este es el problema esencial de toda la historia del mundo: el ser hombres no reconciliados con Dios.


La historia de la salvación es la historia de la alianza: Dios ha querido crear un pueblo santo que esté ante Él y en unión con Él, y lo ha querido –dice Benedicto XVI- desde antes de pensar en la creación del mundo. Es más: el cosmos fue creado para que hubiese un espacio para la alianza, para el sí del amor entre Dios y el hombre que le responde.


Jesús, en su oración sacerdotal, se presenta como el sumo sacerdote del gran día de la Expiación. Su cruz y su exaltación son el día de la Expiación para todos, en el que la historia entera del mundo encuentra su sentido y se la introduce en su auténtica razón de ser, en su adonde.


Porque reconciliarse con Dios, “con el Dios silencioso, misterioso, aparentemente ausente y sin embargo omnipresente” es la misión para la que ha sido enviado Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Es la gran voz de san Pablo en II Corintios 5,20 l “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.”

Otro capítulo para meditar con frecuencia es el de la institución de la EucaristíaCon la Última Cena llega la hora de Jesús. La esencia de esa hora queda explicada con dos palabras: paso (metábasis) y amor (agapé) hasta el extremo. Es el amor hasta el extremo el que produce el paso aparentemente imposible: salir de la barrera de la individualidad cerrada e irrumpir en la esfera divina. La transformación se produce mediante el amor.

      La fe no es simplemente una decisión autónoma de los hombres. La fe se debe a que Dios sale al encuentro de los hombres, a que las personas son tocadas interiormente por el Espíritu de Dios, que abre su corazón y lo purifica.




martes, 16 de mayo de 2017

Deuda de sangre y la necesaria pregunta sobre Dios

Deuda de sangre. Michael Connely. Ed Taurus, 2001





        Terry McCaleb es un inspector retirado del FBI, famoso por haber resuelto casos de crímenes en serie. Acaban de ser sometido a una operación de transplante de corazón, y se dispone a disfrutar  plácidamente de su  retiro.  Vive en un pequeño yate,  amarrado en un puerto deportivo  cercano a Los Ángeles.


      Inesperadamente  se presenta en su barco la hermana de la donante del corazón , que murió asesinada. Desea que Terry busque al asesino. Comienza aquí una sorprendente intriga policíaca, bien trazada técnicamente en sus detalles, que mantiene la atención en todo momento, a pesar del número de páginas (446) del libro.



Aunque apenas tangencialmente, en algún momento se apunta que el protagonista está sumido en una duda de fe en la existencia de Dios, a la que le han llevado las injusticias y crímenes que ha presenciado en su dura vida como policía. Es el problema de la existencia del mal, que hace dudar a muchos.  El nuevo amor de Terry (la hermana de la donante asesinada, que a su modo sí tiene fe) hace despertar en Terry de nuevo la necesaria pregunta sobre Dios.


Pocos autores se atreven a hablar de la trascendencia, a pesar de que sea el tema humano más esencial: de dónde venimos, qué hacemos aquí, cuál es nuestro destino. Todos llevamos dentro esas preguntas. Algunos prefieren hacerse los desentendidos y vivir como si no existieran, pero la realidad es tozuda. Es de agradecer que, también en esto, Michael Connely sea sincero con el lector y no le oculte del todo la dimensión sobrenatural: así logra también una trama más auténtica.

martes, 4 de abril de 2017

Perdón: el camino de la paz



Aprender a perdonar. Un precioso testimonio sobre el valor de la oración cristiana y su fruto: el perdón y la paz, aprendido en el espíritu de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.









martes, 14 de marzo de 2017

Cálido viento del norte






José Miguel Cejas nos acerca en este libro a un conmovedor conjunto de historias, cuyos protagonistas viven en los países nórdicos: Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia, Groenlandia. Tienen en común su condición de testigos de la acción de Dios en sus vidas, ese Dios cuyos caminos son imprevisibles, pero que no deja de arreglárselas para actuar en la historia a través de personas que le escuchan. Comparten el despertar de un creciente interés por Jesucristo y por el cristianismo, en un ambiente que parecía definitivamente cerrado a la presencia de Dios.
                                                          
Son personas y familias  normales, a las que suceden cosas normales. Y de vez en cuando, como a casi todas las personas y familias normales, también les suceden cosas extraordinarias, de cuyo carácter sobrenatural son plenamente conscientes. Hechos extraordinarios que no aparecerán en ningún noticiario, pero que han marcado sus vidas para siempre, señalando un camino hacia Dios para su existencia.

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Finlandia, por ejemplo, es un país muy secularizado. Como relata uno de los personajes, la segunda guerra mundial hizo caer a muchos en el alcoholismo. Sufrieron la influencia del materialismo socialista ruso, y después del materialismo sueco. Luego vino la revolución sexual del 67. Todo eso destruyó la familia. La mayoría de los hijos nacían fuera del matrimonio, desapareció la fidelidad conyugal y se corroyeron tradiciones cristianas de siglos. La inmensa mayoría de padres mantienen una relación muy fría y distante con sus hijos.





En los años 70 y 80 del siglo XX, los finlandeses que viajaban a países como Italia, Austria o España se sorprendían al ver iglesias abiertas y muchas imágenes de la Virgen María. Cuando regresaban a Finlandia les impactaba el vacío.  Ese vacío interior y esa insatisfacción que genera el materialismo les helaba el corazón. Un hielo para el que no está hecho nuestro corazón, que necesita amar. Y surge la sed de un amor que llene la existencia: la sed Dios.



El Espíritu Santo actúa apoyado sobre la oración perseverante y el ejemplo optimista de cristianos que permanecen fieles, y hablan: porque “siempre hay que dar la palabra acerca de Dios, aunque nos parezca que cae en el vacío”.

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Dios actúa mediante cosas tan sencillas como la alegría de vivir de una familia católica, reunida para comer a la hora del almuerzo.  En esos países de frío individualismo lo normal es que cada cual pilla lo suyo de la nevera, lo deglute y se encierra en su habitación, en sus cosas. No hay convivencia, en cada casa sólo hay una suma de individuos.

Y el nórdico que asiste por primera vez al espectáculo de una familia católica reunida entorno a la mesa, comprende de pronto que hay algo más que el mero comer, que la familia reunida en torno a la mesa es un signo exterior de humanidad, de calor y alegría de vivir. Descubre que el cristianismo transmite amor, cuidado de unos por otros. Y es el comienzo de una conversión al catolicismo.

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Dios se sirve también de los escritos de los santos para mover los corazones. El joven Anders Arbolerius, luterano, se siente golpeado en el corazón cuando lee en “Historia de un alma”, de santa Teresa de Lisieux, estas palabras: “Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor.” Y sin saber cómo, sin que antes se le hubiera pasado por la cabeza semejante cosa, siente que debe ser católico y ordenarse sacerdote. Ahora es el obispo católico de Estocolmo, el primero desde la reforma protestante.

Detrás de cada conversión hay siempre alguien que reza: la madre Tekla Famiglietti, abadesa general de la orden de santa Brígida de Suecia, veía con frecuencia a Anders corretear por el convento cuando acudía con su madre, y rezaba por él.

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Muchos empiezan a descubrir ahora el valor de la familia, que es  el canal de transmisión de los valores. Se ha confiado demasiado en el sistema educativo que diseñan los gobiernos. Pueden ser técnicamente magníficos, pero los contenidos que transmiten pueden ser muy discutibles. Si ocupa el gobierno gente sin valores, el sistema puede ser venenoso para los jóvenes,  si transmite ideologías antinaturales. Un pedagogo que domine la técnica puede enseñar inmoralidades con perversa eficacia. La mejor educación no insiste en sacar buenas notas, sino en ser buenas personas, y en eso la familia es insustituible.

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Conocer la historia de la Iglesia es otro camino del que Dios se sirve para acercar a las personas a la verdad. Contra lo que han difundido bulos y estereotipos, se descubre la importancia que el catolicismo ha dado siempre a la razón y al pensamiento inteligente, que no se opone a la fe sino que ayuda a profundizar en ella y a entenderla mejor. Y que las guerras de religión no fueron sólo ni principalmente de religión, sino que tuvieron unas fuertes motivaciones políticas, económicas y culturales.


Y muchos descubren estudiando que gran parte de los cimientos de la civilización occidental han sido puestos por la Iglesia: fundó las primeras universidades porque enseña que el saber es para compartirlo; fundó hospitales (porque los enfermos son hijos de Dios y hermanos nuestros)... Y sobre todo difundió la caridad con todos y la igualdad entre hombres y mujeres. Una igualdad que no fuerza a las mujeres a imitar a los hombres, sino que les permite desarrollar toda su potencialidad y dignidad femenina, como mujeres, madres e hijas. La criatura predilecta de Dios es una mujer: María (que significa en arameo Reina, Señora, Emperatriz)


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En el libro se cuentan también los primeros pasos del Opus Dei en Escandinavia, de la mano de Juan Luis Bernaldo y Richard Hayward. Allí llegó la Obra por el interés de san Juan Pablo II, que deseaba impulsar la cristianización del Norte de Europa y animó al beato Álvaro del Portillo a comenzar pronto en esos países. Desde 1983, “de amigo a amigo se van enlazando historias, porque el Opus Dei se difunde en el mundo por medio de la amistad.”

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Todo el relato refleja un hondo sentido ecuménico presente entre los creyentes: católicos, luteranos, protestantes y ortodoxos estrechan lazos anhelando una unión en la verdad de Jesucristo que no puede estar lejana cuando les vemos con la apertura de corazón que reflejan las vivencias recogidas. Como los muebles donados por el pastor luterano para que sus amigos católicos del Opus Dei puedan instalar una residencia de estudiantes…




miércoles, 8 de marzo de 2017

Libertad de expresar lo que se cree



Me comentaba una periodista, que ha vivido muchos años en otro país,  su extrañeza ante la respuesta de muchos españoles, cuando les preguntan por su religión: “Creyente no practicante”. ¿A qué se debe ese oxímoron tan contradictorio?, me preguntó.

Pienso que no se puede generalizar. Pero un factor común a las posibles respuestas sería la debilidad. Debilidad de pensamiento (no tomarse la molestia de pensar libremente, y así  descubrir las profundas verdades antropológicas que contiene la fe cristiana). O debilidad de ánimo para expresar lo que se piensa, por temor al juicio ajeno. Una falta de fortaleza que deja a merced de la corriente dulzona y apática de lo que piensan otros.  

Lo expresa bellamente  el famoso cuadro de Norman Rockwell "La Bendición de la mesa". Las miradas cínicas o despectivas no deberían ser causa de que un cristiano dejara de expresar externamente su fe y su agradecimiento a Dios, fuente de todo bien,  porque por su bondad podemos alimentarnos cada día. La mujer y el niño de la escena rezan,  a pesar de su debilidad son fuertes.

Silvio Pellico (1789-1854), encarcelado en Austria por razones políticas, cuenta en su estupendo libro “Mis prisiones” que en la cárcel descubrió la grandeza de la fe católica. Con otro joven compañero de prisión hablan de la armonía entre cristianismo y razón, de cómo sólo la religión católica era capaz de resistir la crítica, de la excelencia de su moral.



Y se preguntan si al salir de la cárcel serán tan pusilánimes como para no confesar su fe, que ahora ven tan evidente, si se dejarán impresionar por el qué dirán los demás. Pellico responde por los dos: "El colmo de la vileza es ser esclavo de los juicios ajenos cuando se tiene la persuasión de que son falsos. No creo tal vileza en ti ni en mí, ni que la tengamos nunca."