Cara y cruz.
Josemaría Escrivá.
José Miguel Cejas. Ed. San Pablo
José Miguel Cejas,
periodista y escritor fallecido en 2016, tuvo la oportunidad de conocer y
tratar al fundador del Opus Dei desde 1967. Esta obra póstuma es una serena
reflexión sobre la vida de san Josemaría, fruto de su experiencia personal y de conversaciones con
numerosas personas que también conocieron y trataron estrechamente a Escrivá.
Ha
estudiado también numerosas fuentes documentales del archivo de la Prelatura y
del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá, sobre sucesos claves en la vida
del fundador del Opus Dei, que contextualiza al hilo de los acontecimientos más
relevantes de la Iglesia y del mundo a lo largo del siglo XX.
Cejas se fija
especialmente en ese contraste que aparece en la vida de toda persona: la
presencia inseparable de alegría y sufrimiento. La cruz, en forma de
sufrimiento físico y moral, de incomprensiones y persecuciones, de calumnias
desde dentro y fuera de la Iglesia, fue una constante en la vida de Escrivá.
Pero en la vida del discípulo de Cristo el sufrimiento y la cruz es el camino
para alcanzar el triunfo definitivo.
Escrivá, siendo niño,
experimenta el dolor por la muerte consecutiva de tres hermanas, luego la ruina
familiar y la incomprensión de algunos parientes cercanos. Siendo todavía
joven, las estrecheces de la pobreza. Luego la persecución en la guerra civil,
y enseguida las calumnias y acusaciones de herejía cuando el Opus Dei era
apenas una criatura recién nacida.
Padeció también las
tormentas que se vivieron en la iglesia después del Concilio Vaticano II, provocadas por ese “concilio
paralelo” que tuvo lugar en medios de comunicación poderosos que transmitían
una visión sesgada y politizada, que era la que llegaba al pueblo. En medio de esos
momentos de confusión y tormenta, Escrivá no cae en el desaliento, vive y
transmite esperanza: “Dios, hijos míos, permite estas pruebas –por nuestros
pecados, los vuestros y los míos- ¡pero no abandona a su Iglesia!”
Cejas aporta viveza a
su relato con ejemplos, construye las ideas universales desde sucesos concretos,
no se queda en teorías. Por ejemplo, al hablar de la forma en que Escrivá
encara el sufrimiento aporta entre otros el testimonio del conocido siquiatra
austríaco Victor Frankl, que resalta “la refrescante serenidad que emanaba de
él y que envolvía toda su conversación (…) Vivía de manera plena el momento
presente (..) para él cada instante tenía el valor de un momento decisivo.”
Para Escrivá, lo
contrario de la alegría no es el sufrimiento, sino la tristeza. El dolor físico
o moral no le hace perder la alegría, porque se sabe hijo de Dios, y porque Dios no deja de alentarle, también con mociones interiores que
acrecientan su fe y su optimismo. Ante el
alejamiento de Dios que sufre el mundo, y la crisis espiritual de muchos
cristianos, lo humanamente lógico sería el desánimo. Pero Dios le hace sentir una
esperanza alegre que le permite ver la vida como es: bonita, porque es de Dios:
“Si Deus nobiscum, quis contra nos?” Si Dios está con nosotros, ¿quién contra
nosotros?
Ante la presencia del
mal aconsejaba una actitud positiva: “No te quejes: ¡trabaja, en cambio, para
ahogar el mal en abundancia de bien!” Y recordaba que “en los momentos de crisis
profundas en la historia de la Iglesia, no han sido nunca muchos los que,
permaneciendo fieles, han reunido además la preparación espiritual y doctrinal
suficiente, los resortes morales e intelectuales, para oponer una decidida
resistencia a los agentes de la maldad. Pero esos pocos han colmado de luz de
nuevo la Iglesia y el mundo.”
Sobre el origen de
las falsedades que se difundieron contra Escrivá ya desde los años 40, Cejas
señala que partieron de algunos religiosos y políticos que aspiraban al
monopolio en sus ámbitos, y crearon un clima de sospecha y recelo hacia la Obra
que perduró después durante años en ciertos ambientes eclesiásticos y civiles. A
eso se añadió la facilidad con que algunos periodistas se lanzan a opinar sobre
la Iglesia sin un mínimo de conocimientos teológicos: “se echarían a temblar si
tuviesen que escribir sobre bioquímica, pero piensan que lo saben todo de
teología, y dicen disparates”. Esos ataques fueron después amplificados por
medios dirigidos por personas anticristianas.
A este propósito,
señala Cejas la extraña e incongruente evolución de los mitos sobre el Opus Dei.
Los primeros ataques lo acusaban de herejía revolucionaria, porque pretendía
que se podía aspirar a ser santo sin abandonar el trabajo y las tareas
ordinarias propias de cualquier ciudadano y cristiano corriente. Después del Concilio Vaticano II, que afirmó y
ratificó solemnemente el mensaje del Opus Dei, pasó a ser tachado de
reaccionario.
En la España católica y profranquista de la postguerra se acusaba
al Opus Dei de difundir el liberalismo. Años después se le acusaba de difundir
el conservadurismo. Pero Escrivá no cayó ni en el tradicionalismo anclado en el
pasado de que le acusaban algunos, ni en el error de considerar lo nuevo como
mejor por el hecho de ser nuevo.
Cejas remite a un estudio muy
interesante de Jaume Aurell sobre la creación de los mitos y los
estereotipos, aplicado precisamente al Opus Dei, con datos históricos de
personajes concretos que propalaron falsedades a conciencia. Algunos después se
arrepintieron y pidieron perdón, pero las falsedades y mitos quedaron. El daño
estaba hecho.
Interesante la
referencia al linchamiento moral que padeció el beato Pablo VI a raíz de la
publicación de su Encíclica Humanae Vitae, en la que desautorizaba a teólogos
que se consideraban a sí mismos vanguardistas. Esa encíclica, que afirmaba la
doctrina católica sobre el matrimonio y la vida del no nacido, contrariaba los
intereses económicos y demográficos del Banco Mundial y los laboratorios
farmacéuticos. Y no se lo perdonaron a Pablo VI.
La clave del Opus
Dei, afirma Cejas, es la atención personalizada. No pone el acento en comités,
asambleas y encuentros, sino en la formación personal, para que cada uno dé su
respuesta personal a los problemas sociales, a la injusticia y la pobreza
material, moral y espiritual. Así surgen respuestas tan variadas como variadas
son las circunstancias sociales, familiares y profesionales de cada uno.
Escrivá enseña con su
ejemplo que la presencia de penalidades no es obstáculo para vivir con alegría. Las exteriores (injusticias,
incomprensiones, maledicencias, persecuciones…) Y también las interiores (complejos,
tristezas, angustias, deserciones de la vida espiritual…) Los días que el
cristiano vive en la tierra son siempre una prueba, para purificar su fe y
prepararse para la vida eterna. Si el Señor nos ha traído a la vida con esas debilidades
y al mismo tiempo nos llama a santificarnos, es señal de que, con Él, podemos lograrlo.
Nuestras fuerzas personales tienen un solo nombre: flaqueza. Pero con Él somos
fuertes.
Escrivá contempló con
alegría los frutos de su trabajo. Pero también lo que a ojos humanos se suelen llamar fracasos:
proyectos que intentó poner en marcha y que no llegaron a cuajar. Tanteó
posible iniciativas apostólicas: la creación de una universidad eclesiástica enRoma, un centro en Tierra Santa que actuara como foco de vida cristiana, un
Santuario dedicado a la Sagrada Familia en los Estado Unidos… Pero tuvo que
confiar todo eso a sus sucesores.
Quizá uno de los
milagros más grandes de la vida del fundador del Opus Dei fue que las
incomprensiones que sufrió no le agriaron el carácter ni le volvieron
desconfiado. “El triunfo de Escrivá no está en los libros que publicó, ni en
las labores apostólicas que surgieron… El triunfo son las Bienaventuranzas:
bienaventurados los misericordiosos, los perseguidos por la justicia…” San Juan
Pablo II, en la ceremonia de beatificación de Escrivá, lo explicó bien: “Es
necesario pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”.
El libro aporta un
apéndice con los puntos esenciales para entender el Opus Dei y su misión en la
Iglesia, así como el discernimiento de la llamada al Opus Dei, que consiste en
vivir la propia vocación cristiana con una nueva exigencia y conforme a un
carisma y unos medios específicos: la santificación del trabajo y de las
circunstancias en que discurre la vida corriente del cristiano.
Ver también del mismo autor reseña de Cálido viento del Norte y de Los cerezo en flor