Este maravilloso libro relata la apasionante vida
de Takashi Nagai, médico y profesor de radiología de la universidad de Nagasaki.
Nagai recibió el título de
Héroe Nacional de Japón, por su valor, su abnegada entrega a los demás y el
espíritu de superación que supo transmitir a los supervivientes de la bomba
atómica, arrojada sobre Nagasaki por los estadounidenses.
La bomba arrasó la
ciudad y mató en un instante a 72.000 personas, entre ellas la mujer de Nagai. La radioactividad dejó secuelas en el resto de
la población, llevando a la muerte en los años siguientes a otros miles de
personas. El doctor Nagai, también enfermo incurable a causa de la radiación, escribió
numerosos libros que llegaron a estar entre los más vendidos del Japón,
contribuyendo a devolver la esperanza a una nación hundida. Falleció seis años
después.
Su vida –que ha sido llevada al cine- es la
apasionante trayectoria interior de un hombre recto que busca la verdad. Primero
sintoísta y luego racionalista ateo, gracias a la lectura de Pascal, y sobre todo al encuentro con
una familia católica que le acoge como huésped en su época de estudiante,
descubre el catolicismo.
Le conmueve la historia de los mártires de Nagasaki –narrada con
detalle en el libro- y el sufrimiento y
fidelidad de los católicos ocultos de
Japón, que mantuvieron su fe a lo largo de los siglos, a pesar de las
prohibiciones y sangrientas represiones, que han durado hasta el mismo siglo
XX. Una historia poco conocida en Occidente.
El autor del libro, marista australiano, que vivió muchos años en Japón y conoció y trató a la familia de Nagai, sabe transmitirnos la finura interior y la
sensibilidad de que es capaz el espíritu japonés, singularmente preparado para
descubrir el valor de lo pequeño y
el sentido del trabajo. Así lo muestra al hilo de la historia, fijando
su atención en muchas de sus tradiciones, o en el mismo idioma nipón y su grafía. De vez
en cuando se detiene para hacernos ver el trasfondo escondido en algunos ideogramas.
Por ejemplo:
-Arigató
(gracias), está formada por dos ideogramas que significan literalmente “esto vino a existir con dificultad”:
detrás de todo lo que recibimos, usamos o poseemos, hay dificultades que otros
han tenido que superar con gran esfuerzo para poder ofrecérnoslo. Y por eso
les debemos agradecimiento.
-Shigoto
(trabajo) está formado también por dos ideogramas, que significan “algo que es servicio”: todos somos beneficiarios de otros
incontables trabajadores, y nosotros debemos hacer bien nuestro trabajo en
servicio de la comunidad, no por beneficio material sino por gratitud.
-Nenbutsu es la palabra que designa la oración
más sencilla del budismo japonés, algo que recuerda a las jaculatorias cristianas
o al santo rosario. Consiste en la repetición continua de la oración “Namu Amida Butsu”: “Dependo completamente de Ti, Amida Buda”. El ideograma de Nenbutsu contiene los ideogramas de corazón y ahora: escapar de las preocupaciones y encontrar el eterno y
pacífico “ahora”, “el Absoluto”, en el propio corazón. Un
cristiano sabe que eso significa descansar en Aquel que se llama a Sí mismo “Soy el que soy”, que habita en el alma,
más íntimo a nosotros que nosotros mismos.
-Gusano de luz en verano, nieve en invierno,
permiten al pobre leer libros aunque no tenga luz, y así instruirse y lograr el
éxito. La pobreza material nunca tiene que detenernos.
-Al hijo que amas mándalo de viaje: el
precio del apegamiento familiar es la inmadurez.
Es especialmente significativo el trasfondo
cristiano que Nagai descubre en la palabra japonesa hansai: víctima ofrecida en
holocausto. La tragedia vuelve a los hombres más reflexivos y
rezadores, y Nagai reflexiona con intuición cristiana sobre el terrible sacrificio
sufrido por la inocente población de Nagasaki.
Causó gran escándalo cuando -en
el primer acto religioso después de la tragedia- el doctor Nagai tomó la
palabra y se refirió a la población de Nagasaki como hansai: privilegiada víctima escogida
por Dios (como Jesucristo) para ser sacrificada por los pecados de los
hombres.
Pero pronto los escandalizados reconocieron
la profunda sabiduría que encerraban esas palabras, que abrían camino para aceptar
los misteriosos designios de Dios, que guía la historia.
Como dice en el prólogo Stan Arneil, ex-prisionero de guerra de los japoneses, el capítulo en el que se narra el impacto de la bomba atómica es quizá el mejor que se haya escrito. Es un suceso duro, que tendemos a no mirar. Pero en este libro podemos mirarlo sin miedo. Porque tras la tragedia no surge amargura y deseo de venganza, sino palabras de serena aceptación, de reconciliación y de paz. Una actitud que reconcilia con la raza humana.
Artículo relacionado: Los cerezos en flor.
Tuve el privilegio de leer el libro! Desde entonces me pregunto porque el Dr Nagai no es propuesto como Santo! Sé que es un proceso largo...pero todo cuanto vivió e hizo después de la bomba. Es un milagro de Fe!
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