El
filósofo francés Jean Guitton escribió este libro para “ayudar en su trabajo a quienes no han renunciado a leer,
escribir y pensar.”
Recoge experiencias enriquecedoras sobre el trabajo de
quienes, como escritores y periodistas, deben enfrentarse cada día al arte de
expresar con palabras certeras las
realidades materiales o espirituales que contemplan, de argumentar con un hilo
lógico, inteligible a los demás, los
porqués de sus posicionamientos vitales.
Escrito
en 1951, el libro transmite una sabiduría que no ha perdido vigencia. A
pesar de los cambios en la metodología práctica (los ordenadores han
revolucionado los sistemas de documentación o de obtención de fichas, por
ejemplo) hay ideas de fondo que no cambian en el insustituible trabajo de la
mente.
Se
trata de “consejos para los que estudian y escriben”, algunos tan sencillos y
prácticos como la importancia del cuaderno de notas para el escritor: “Si nos
limitáramos, como Alphonse Daudet, a no dejar escapar nada de lo que vemos,
tendríamos material para varias novelas…”
Aporta
ideas sobre temas básicos, que viene bien contrastar con las pautas de trabajo personales,
para descubrir aspectos mejorables: sobre la preparación próxima y remota de
una conferencia o artículo; la necesidad de la lectura como enriquecimiento
espiritual; cómo aprovechar el tiempo de descanso; cómo lograr orden y rigor en
los pensamientos; el valor acrisolador del esfuerzo y la fatiga; saber aprender
de los grandes escritores, transcribiendo sus textos para que la mente aprenda
el ritmo de construcción de frases y el estilo…
Resumo
algunas notas ni textuales ni exhaustivas.
-El trabajo en equipo
permite escapar de la angustia y orgullo de la soledad.
-Argumentar con solidez. Muchos
aprecian la libertad de opinión sólo porque se evitan responder de sus
pensamientos en su propia carne.
-El estudio del Derecho en
la juventud da sentido cívico.
-Motivación: enfrentar los
estudios con el ánimo de emplearlos como arma para vencer el mal por el bien
(San Josemaría empleaba una frase similar: se trata de fomentar el deseo de
prepararse mediante el estudio para hacer una gran siembra de paz y bien en el
mundo, para “ahogar el mal en abundancia de bien”).
-Escoger y persistir es la
primera regla de la voluntad. No ser veletas ni inconstantes.
-Trabajar con la mente
significa calidad de la atención. Lo más agotador para la mente es la
incertidumbre y la dispersión. (Esa atención tan dispersa hoy por los
dispositivos móviles…)
-Concentrar la atención en
los nudos del problema. No atacar a la masa informe, sino a los puntos clave,
saber desechar algunas cosas, no intentar comprenderlo todo, agarrarse a un
punto esencial y darle vueltas…
-O trabajo intenso o
descanso total: no puntos medios.
-Descubrir las mejores
horas de nuestra atención y hacer girar nuestro trabajo alrededor de esas horas
sagradas, revolucionando el horario y sin dejarnos atrapar en ellas por lo
estúpido de este mundo.
-El equívoco de “esperar a
lo propicio”. Los grandes hombres lo han sido casi siempre no a causa de las
circunstancias que les rodeaban, sino a pesar de ellas.
-Fomentar el aprecio al
silencio, necesario para el acercamiento a la verdad. El estudio requiere ese
ambiente propicio a la atenta contemplación de la verdad. A menudo se ha
observado el parecido entre la atención y la oración. Todo hombre es religioso
en la medida que es capaz de atención y de silencio.
-Cómo han de ser las notas
de nuestro fichero: pocas, significativas, dinámicas, adaptables, con palabras clave
(“etiquetas”) para localizarlas, con fecha…
-Tener fichas “comodín”,
las más importantes, que sirvan para muchos temas, con una señalización
especial que sirva para localizarlas pronto (punto rojo, o similar)
-La mejor clasificación es
la que permite encontrar antes una ficha.
-Componer una frase es
acercarse a la verdad. No se trata de edulcorar para que quede bonito, ni de
retorcer para que sirva a intereses particulares. Se trata de describir la realidad
del modo más certero y breve que resulte posible. (Esa definición tan sufrida del periodista como “notario de la verdad”…)
-Leer en voz alta la frase
que se acaba de escribir: si es bella nos acerca a la verdad, del mismo modo
que la verdad se manifiesta naturalmente en la belleza.
-Ser uno mismo. Triunfar consiste en acostumbrar a la gente a nuestros defectos, y en el mejor de los casos hacérselos desear como un alcohol. Los comerciantes -dice Jean Guitton- se equivocan al preocuparse porque hablan mal. No se les pide más que ser ellos mismos delante de nosotros. Lo que no perdona el público es la falta de naturalidad: os perdona vuestros defectos, con tal de que no tratéis de ocultarlos. Hablar como se es.
-En la sociedad de los
hombres la cortesía aconseja mantener largo tiempo una conversación sin
interrogar ni revelar.
-Al redactar, usar primero
el “yo”: obliga a comprometerse, después se puede despersonalizar y pasar al
“se”.
-Lo principal: darse
alegría en el trabajo.
Sobre el rigor intelectual y el amor a la verdad es interesante también El amor a la sabiduría, de Étienne Gilson.
En momentos de confinamiento (marzo de 2020), la lectura de este libro es esencial para mantener la integridad moral y psicológica.
ResponderEliminarA partir de sus vivencias como prisionero de guerra en un campo de concentración, Jean Guitton nos ofrece una guía para sobrevivir a partir de la espiritualidad religiosa o laica, según nuestra práctica.
Es un libro que recomiendo con entusiasmo y agradezco a Sergio Armando Secaira porque hace mucho tiempo lo puso en mis manos.
me puede hablar mas sobre el libro
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