Instantáneas de un cambio. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei.
Ernesto Juliá. Ed. Palabra. Colección Testimonios
Ernesto Juliá es abogado y
sacerdote. Trabajó durante muchos años en la sede central del Opus Dei en Roma,
y pudo compartir largos períodos de trabajo y convivencia con Javier
Echevarría, cuando ambos eran jóvenes profesionales que se formaban junto al
fundador de la Obra, san Josemaría
Escrivá.
Cuando Ernesto Juliá,
joven abogado de 22 años, llegó a Roma en 1956, Javier Echevarría contaba 24
años, acababa de leer su tesis doctoral en derecho y trabajaba como secretario
del fundador.
Javier Echevarría junto a san Josemaría
Los 35 años de convivencia
cercana con Echevarría -desde 1956 hasta 1992- permitieron a Ernesto Juliá ser testigo de la paulatina transformación que se fue operando en el carácter y en las disposiciones
personales de Javier Echevarría, a medida que su estrecho trabajo junto a san
Josemaría y al beato Álvaro del Portillo le iban llevando a identificar su
espíritu con el del Opus Dei, y a colaborar para hacer realidad esa obra de Dios en la vida de millares de personas
de los cinco continentes.
En 1994 Javier Echevarría
fue elegido segundo sucesor del fundador de la Obra, y en 1996 recibió la
ordenación episcopal de manos de san Juan Pablo II, en la basílica de san
Pedro.
Juliá remansa vivencias
personales y palabras escuchadas a Javier Echevarría en su predicación o en reuniones
familiares, descubriendo cómo el espíritu de santificación de la vida ordinaria
propio de la Obra iba aportando matices nuevos y consecuencias operativas en el
futuro prelado.
Uno de los rasgos en los que Echevarría descubre progresivas luces nuevas es el del amor a la libertad, que para san Josemaría era un amor apasionado. Es frecuente en personas que están al frente de instituciones de carácter espiritual la tentación de tender a preservar el espíritu reforzando la ley. Echevarría en cambio ve con claridad que esa es la actitud que Jesús reprocha a los fariseos, “perfectos cumplidores” de una serie de normas, pero que se han olvidado de lo principal: los mandamientos de Dios.
Es más importante vivir la
caridad con los demás que guardar el descanso del sábado. El Señor quiere que
vivamos con la libertad de los hijos de Dios, sin encerrar el espíritu en
praxis humana. Dios no quiere que “hagamos algunas cosas”, quiere que nuestro
hacer surja del ser, y no al revés.
Javier Echevarría, en su
labor de pastor, se distinguirá por la insistencia en la caridad, el Mandatum
Novum que san Josemaría destacó como piedra basilar de la
labor del Opus Dei desde sus primeros pasos. “Lo primero es que nos queramos”,
repetirá. Es falso todo lo demás si no se vive la fraternidad. Querer es vivir
para los demás, no para uno mismo.
Así, insistirá en que la
Obra es sobre todo, y más allá de aspectos organizativos, una Comunión de
personas, dentro de esa gran Comunión de los Santos que es la Iglesia. Y como
consecuencia, la necesidad de mantener, desarrollar y enraizar más en el alma
ese buen espíritu de familia, que se manifiesta especialmente en el cuidado de
los mayores y enfermos, como en toda familia cristiana.
Ese rasgo de cariño
familiar, que siguiendo el ejemplo de san Josemaría se fue haciendo cada vez
más intenso en su figura como Padre y prelado del Opus Dei, se percibe
claramente en sus meditaciones sobre la Humanidad Santísima de Jesús: “Si
Cristo te llama, acuérdate de la escena del Evangelio: “Sígueme…” ¡Se lo decía
a los Apóstoles con tanto cariño y proximidad…! No tengas miedo...”
En su viaje pastoral a
Moscú, en el 2014, predicaba: “Todo el mundo debe sentirse querido. Cada uno
que nos trate debe pensar: este me quiere, para él soy importante…” Cuentan
quienes le oyeron -varios centenares de moscovitas- que, al escucharle, cada
uno sin excepción se sintió importante: tal era el cariño sincero que
acompañaba a sus palabras.
El modo de su predicación
concordaba con su enseñanza a los sacerdotes: “Las almas tienen sed de Cristo,
no de comunicadores más o menos convincentes. Sólo en el Evangelio se encuentra
la verdad salvadora. La verdadera felicidad es esa paz espiritual que solo se
experimenta en unión con Cristo.”
Hacía suyo el camino de
sincero deseo de servir que marcó san Josemaría. El fundador lo explicitó ante
la Virgen de Guadalupe, en México: “¿Qué queremos hacer de nuestra vida? Seguir
trabajando en el servicio de Dios, sin orgullo… sintiendo cada día el efecto de
tu amor… de tu protección…”
Otro de sus rasgos fue el espíritu
de fidelidad creativa al espíritu del Opus Dei: “No tenemos que acomodar el
espíritu del Opus Dei al mundo, a la cultura vigente, sino iluminar las
culturas y civilizaciones que nos encontremos con el espíritu de la Obra que
Dios confió a nuestro Padre. Y eso requiere que cada uno nos injertemos en el
espíritu de la Obra, sea cual sea la cultura en que nos toque vivir, y actuar
con libertad y creatividad.”
Y continuaba explicando
que la Obra no necesita “ponerse al día”, porque somos gente de la calle y
estamos siempre al día, ponemos el espíritu de la Obra en las circunstancias
presentes, que son distintas de las de san Josemaría y de las que tendrán los
que vendrán dentro de 20 años… Es en cada hora histórica donde los miembros del
Opus Dei tienen la misión de extender el
espíritu de la Obra, vivificando las actividades humanas.
Jesucristo, decía, no ha
venido a establecer una cultura, una civilización. Su misión redentora es abrir
el espíritu de los hombres de cualquier civilización y cultura a la relación
con Dios, a la perspectiva de la vida eterna. Del mismo modo, la Obra no ha venido a
inventar nada, sino a subrayar unas realidades espirituales presentes en la
Iglesia desde los comienzos, que no se habían abandonado pero tampoco se habían
puesto de relieve, y no se habían desarrollado en la vida espiritual del
cristiano.
Ernesto Juliá hace un
sugerente análisis de las principales cuestiones que Echevarría hubo de
afrontar en el gobierno de la Obra. La primera, la implantación de la prelaturaen la estructura de la Iglesia. Hubo de derrochar infinita paciencia para hacer
entender la realidad espiritual del Opus Dei a algunos que no la entendían ni
aceptaban, aunque tantos otros ya habían captado que el espíritu del Opus Dei
era verdadera “obra de Dios” porque lo habían visto hecho realidad en el actuar
de fieles de la prelatura. Algunos canonistas no admitían que la incorporación
de los fieles a la Prelatura fuera completa y permanente: pero si no fuera así,
se desvirtuaría la realidad institucional del Opus Dei.
Echevarría supo también
secundar el clamor de millares de personas de todas las naciones que le hacían
llegar el deseo de ver canonizado al fundador. Su canonización era otro modo de
asentar el carisma fundacional, que abría un verdadero espíritu de
santificación en medio del mundo.
En tercer lugar, Javier
Echevarría supo transmitir el espíritu de la Obra en su plenitud, en plena
fidelidad a un carisma que no podía anquilosarse ni desvirtuarse por falsos
acomodamientos a las mentalidades cambiantes de lugar y tiempo. En palabras del
fundador, el Opus Dei duraría mientras hubiese hombres sobre la tierra. Y ese
durar tiene que ser en plena fidelidad al espíritu original.
Y por último, destaca Juliá que monseñor Echevarría continuó impulsando el crecimiento de la labor apostólica de la Obra en servicio de la Iglesia. Una labor en la que lo prioritario son las personas.
Todo eso lo desarrolló según había aprendido de
sus predecesores: acudiendo a la oración como arma extraordinaria para redimir
el mundo: la fecundidad del apostolado está sobre todo en la oración. Siguiendo
a san Josemaría, hizo suyo este orden de prioridades: “Primero, oración; después, expiación; en tercer
lugar, muy en "tercer lugar", acción.” (Camino, nº 82)
No hay comentarios:
Publicar un comentario