Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano. Ed Encuentro
Primera
parte de las memorias de este gran filósofo y mejor persona que es el profesor
Alejandro Llano Cifuentes, catedrático de Metafísica que fue rector de la
Universidad de Navarra durante muchos años.
“En
un momento de estas páginas recojo algunas de las últimas palabras que Ludwig
Wittgenstein dirigió a su discípula predilecta: “Beth, he buscado la verdad”. Ojalá pudiera decir yo lo mismo,
aunque sea en un tono más bajo y con un alcance más corto. Lo que sobre todo
quisiera mostrar en esta primera entrega de mis memorias es mi torpe intento de
unir existencialmente la indagación de las verdades filosóficas y la búsqueda
de quien es Camino, Verdad y Vida. Los antiguos cristianos llamaban filosofía a
la vida cristiana. Yo no confundo la una con la otra, pero estoy convencido
como ellos de que el cristianismo es la vera
philosophia.”
Con
un tono coloquial, ameno y sugerente, Alejandro Llano logra encandilar al
lector, que se ve gratamente sumergido en el rico mundo interior de un
personaje sabio y cultivado, que nos abre sus sentimientos con notable
transparencia y sinceridad.
La
lectura, repleta de anécdotas y sucesos en los que se vio envuelto en la niñez
y juventud, tan pronto nos hace reír –en ocasiones a carcajadas- como nos pone
en suerte ante pensamientos nobles y profundos. Junto al amor apasionado a la
libertad, en estas memorias brilla un compromiso innegociable con las personas
y con la sociedad, fruto de una conciencia profundamente cristiana.
Recuerda
con agradecimiento la fe recibida de sus padres: los recuerdos familiares son
chispeantes y rezuman alegría no exenta de momentos difíciles. Es encantador el
relato de cómo conoció el espíritu del Opus Dei de la mano de la mujer, por
entonces todavía analfabeta, que ayudaba a su madre en el cuidado de la numerosa
prole.
Sus
largos años en Valencia ocupan un lugar muy destacado en esta primera entrega.
En la ciudad del Turia fue director del Colegio Mayor Universitario de la Alameda,
mientras proseguía sus estudios y hacía su tesis doctoral sobre el pensamiento
de Kant. En la universidad de Valencia se estrenó como profesor de Filosofía.
En
el relato se percibe el penoso ambiente de lucha ideológica que reinaba en la
universidad, no muy distinto del actual, que le hacía sufrir y del que solo con
mucho esfuerzo lograba evadirse, para centrar la atención en lo realmente
propio del trabajo universitario: la investigación y la formación de los
alumnos.
Muchos
le recuerdan por su fino sentido del humor, que lograba quitar hierro a situaciones
difíciles, y por el entrañable aprecio que sabía infundir hacia los valores
culturales y del pensamiento, incluso entre los jóvenes de carreras técnicas. “Algunos me dicen que la parte de Valencia es
la mejor, seguramente porque es la que viví con más intensidad.”
El
profesor Llano ha logrado transmitir al texto la cordial amenidad que
caracterizaban sus tertulias con universitarios. Cuesta mucho interrumpir la
lectura, porque se es consciente de que se está aprendiendo, y además se está
pasando un buen rato.
De
la segunda parte de sus memorias, Segunda navegación, escribí esta reseña.
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