Una de las conclusiones tras la lectura de la Edición crítico-histórica de Conversaciones con Monseñor
Escrivá de Balaguer (Ediciones Rialp) es la importancia que el
fundador del Opus Dei concedía a la comunicación y a cuanto configura la
opinión pública.
Desde los inicios de su trabajo sacerdotal, Josemaría Escrivá tuvo clara conciencia de la importancia de los medios, canales de difusión de ideas y decisivos en la configuración de costumbres sociales. Si debía difundir entre personas de
toda condición la llamada universal a la santidad, esto es, facilitar el
encuentro con Cristo a todos, los medios de comunicación no podían ser
ajenos a su misión.
Pero anunciar a Cristo no significa sólo invitar a abrirle el corazón, sino también la inteligencia y la voluntad. Por eso siempre animó al estudio, a la investigación, al rigor del trabajo intelectual y universitario. A los
profesionales de la información y la comunicación les insistía en la
necesidad de que se formaran con empeño, y les animaba a que pusieran toda la
competencia intelectual y técnica posible en el desempeño de sus tareas, de
tanta repercusión para la sociedad.
Ya en 1941 fue profesor de ética en la Escuela de Periodismo de Madrid,
y entre las primeras facultades que se erigieron en la Universidad de Navarra quiso que estuviese
la de Periodismo, la primera que en España adquirió
rango universitario.
A los periodistas les explicaba que debían conjugar la libertad
para informar y opinar con el respeto a la verdad y con la caridad. A
algunos mencionar la caridad en contexto periodístico les
puede parecer ingenuo, probablemente porque ignoran el significado
auténtico del término. La caridad supone la justicia, y va más allá. La
caridad no es blandenguería ni sentimentalismo, requiere mucha fortaleza. Sin
personas que vivan esa caridad fuertemente –que las hay- este mundo sería un
frío erial sin corazón.
Ya en 1963 Josemaría Escrivá promovió la organización de Oficinas de Información del Opus Dei, para atender a periodistas que desearan información sobre esta institución de la Iglesia católica. Quizá esa iniciativa, poco frecuente en aquel tiempo, sea también
una herencia del carácter de san Josemaría, fuertemente comunicativo.
Se movía con naturalidad tanto en el diálogo de persona a persona, como ante
grupos numerosos. Sabía escuchar, hacerse cargo, y dar a la conversación un
toque siempre chispeante y amable: uno se sentía querido.
Cuando
la audiencia era muy numerosa se mostraba tan comunicativo y natural como en
encuentros más personales. Se manifestaba con espontaneidad, escuchando y
hablando, y haciendo pasar a sus interlocutores desde la honda
reflexión -ante los temas serios que la exigen- hasta la risa batiente, que
distiende el ambiente cuando la cosa se ha puesto demasiado seria. Su mensaje
llegaba a cada uno como dirigido sólo a él: comunicaba. Son memorables las
grabaciones que se conservan de numerosos encuentros con públicos
variados, un verdadero tesoro cinematográfico.
Al decidirse a conceder entrevistas, lo hizo con la clara
conciencia del servicio a la misión evangelizadora de la Iglesia que podían prestar, a pesar de
los límites -siempre algo encorsetantes- que ese formato periodístico
imponía a su natural expansivo. Le impulsaba también su deseo
de dirigirse a la opinión pública para ofrecerle una explicación autorizada sobre la realidad del Opus Dei,
su naturaleza, su espíritu y su actividad apostólica al servicio de la
Iglesia.
El conjunto de las entrevistas, concedidas entre 1966 y 1968, permite
una visión nítida del pensamiento de san Josemaría. Se
percibe en sus respuestas su don de lenguas, su capacidad para
transmitir con palabras, como explica el profesor Illanes, la
claridad con que brillaba en su mente y en su corazón la realidad del Opus
Dei, y expresarlo hablando de los temas del momento (la Iglesia, el
Concilio, la familia, el trabajo, la cultura, la universidad, la
sexualidad,…) arrojando sobre ellos la luz del Evangelio. Una luz que sin
duda da al libro unidad y permanente
actualidad. |
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