jueves, 28 de enero de 2021

Lo que no podemos ignorar

 


Lo que no podemos ignorar. Una guía. J. Budziszewski. Ed Rialp

 

¿Qué sabemos acerca de lo bueno y lo malo, cómo conocemos la ley natural, esas verdades morales comunes que todos deberíamos seguir? A esas preguntas necesarias trata de responder el autor en este libro.

 

Profesor de filosofía en la Universidad de Texas y especialista en filosofía política, Budziszewski procede del ateísmo. Su trayectoria intelectual y vital le llevó a la conversión al cristianismo y en el año 2004 fue admitido en la Iglesia Católica. Es autor de numerosos libros de su especialidad y sobre la fe cristiana, dirigidos especialmente a jóvenes universitarios.

 

En este ensayo reflexiona acerca de la necesidad del “replanteamiento de lo obvio”, que -por las profundas oscuridades en que se ha sumergido el hombre en nuestros días- es hoy la principal obligación de los hombres inteligentes (George Orwell).

 

Esas oscuridades llevan a muchos a vivir como si no existiesen unos principios morales básicos, comunes a todos, que constituyen la ley natural. Pero el corazón es insincero y puede no querer reconocerlos. Precisamente esa tendencia al autoengaño es una de las cuestiones en que Budziszewski ha centrado su investigación académica. Nos autoengañamos, y además resulta arduo vivir en coherencia con esos principios cuya existencia intuimos, porque aspirar a lo más alto requiere subir. Es más fácil dejarse caer, y el mundo complejo en que vivimos parece incitar a esa pendiente resbaladiza.  

 

 La abolición del hombre, de C.S. Lewis, es para el autor uno de los mejores tratados sobre la ley natural, “el mejor del siglo XX”, afirma. Esa ley, que llevamos inscrita en nuestro ser, es el fundamento del sentido común universal de los hombres. Cuando se pierde esa referencia común, se tambalea el edificio entero de la convivencia, pues una sociedad libre y pacífica sólo puede ser edificada sobre el cimiento de unos valores humanos compartidos. Debemos estar prevenidos frente a los sistemas políticos e ideologías que nieguen esa base fundamental.

 

En las democracias occidentales, la ley es dictada por la mayoría. Pero hay cosas que también están prohibidas para las mayorías. Que algo esté sustentado por una mayoría no puede ser el fundamento de que sea bueno o malo. Son esos preceptos morales comunes innatos los que determinan lo bueno o malo. Todos tienen capacidad de llegar a reconocer esos principios, que por otra parte han estado claros en la tradición durante siglos: es malo robar, mentir, herir, calumniar, traicionar,… Es bueno ser veraz, no faltar a la palabra, ayudar al que lo necesita, respetar la propiedad ajena, ser cordial y acogedor,…

 

La fe cristiana arroja luz sobre esas verdades, pero estaban ya previamente inscritas en el corazón del hombre. No es la fe su origen, forman parte de la esencia de nuestra naturaleza humana, aunque llegar a identificarlas como verdades morales puede ser una tarea difícil, si las circunstancias no ayudan.

 

Y ahí entra la crítica a nuestro sistema educativo, que parece orientado más a dificultar que a facilitar una visión nítida sobre esas realidades esenciales. Hay que leer mucho, y escuchar mucho a los que saben, para llegar a conocer y comprender en profundidad los mejores logros del pensamiento y de nuestra cultura, e identificar en ellos nuestras intuiciones morales. Y también hay que memorizar bien todo lo comprendido, para que esté pronto a servirnos ante los dilemas éticos diarios.

 

Pero los sistemas educativos actuales no facilitan precisamente esos hábitos necesarios para la conducta ética: leer, escuchar, memorizar. Tampoco ayuda la creciente dispersión mental, y consiguiente pérdida de capacidad reflexiva, que provocan los actuales sistemas de información y de entretenimiento, con unos contenidos tan electrizantes como esterilizadores de la capacidad discursiva y reflexiva.

 

 Comunismo y fascismo, por su parte, han utilizado la misma técnica para desvirtuar el sentido moral innato en la persona. Seleccionan un precepto moral, exageran su importancia, y lo usan como arma para arrasar otros deberes morales. Deformado un precepto, desvirtuado de su contenido real, todos los demás decaen, y con ellos decae la posibilidad de un orden social justo, un marco de libertad en el que se respete la dignidad de la persona, de cada persona.

   

El comunismo deforma, por ejemplo, el precepto moral de “dar de comer al hambriento”, y usa su visión deformada como excusa para justificar la destrucción de otros preceptos morales, como el respeto a la libertad y a la dignidad de cada persona individual, la libertad de pensamiento, de expresión o de asociación, o la misma libertad religiosa.

 

El fascismo, por su parte, suele usar como excusa el progreso de la propia nación, a costa de comportarse injustamente con todas los demás, que son también de algún modo nuestra familia. No puede haber progreso real en una nación que trata de levantarse despreciando a otras. Esa insolidaridad de raíz acaba por envenenar a la nación que se ha dejado inocular tal ideología.

 

Comunismo y fascismo evidencian que las mentiras requieren un mínimo de verdad para poder engañar. Como alguien dijo, es el homenaje que la mentira rinde a la verdad. De otra forma nadie caería en la trampa.

 


Dos apuntes más, al hilo de la lectura del libro:

 

Amar al prójimo, a quien ves, es el modo de ponerse en relación con Dios, a quien no ves.” Esa idea cristiana, como el cristianismo en su conjunto, ha actuado como el motor de civilización más poderoso de la historia. Y además, efectivamente, conduce a quien se decide a ponerla en práctica al bien supremo, que es la relación con Dios.

 

Y otra evidencia cristiana: Dios actúa como quiere y cuando quiere en cada persona: “Ninguna teoría científica ni opinión de teólogo podrá impedir a Dios –que es Amor, libertad y gracia, y todopoderoso- tocar el alma –de viviente a viviente- cuando así le place.” Es una realidad luminosa y esperanzadora. ¡Cuántos habrán experimentado en algún momento de su vida ese toque de la gracia que les mueve a conversión! ¡Y cuantos más lo habrán experimentado justamente en el trance final, en el momento de cruzar la puerta al nuevo mundo!


De lectura recomendable, porque ayuda a pensar sobre una guía práctica y fiable. Muy recomendables también estos consejos para no perder la fe en la universidad.


Para saber más sobre la ley natural es también interesante esta entrevista a la profesora Ana Marta González.

 

 

martes, 26 de enero de 2021

La mujer nueva




La mujer nueva. Carmen Laforet. Ed Destino libro, 1955.

 

Menos conocido que Nada, con el que ganó el premio Nadal en 1944, La mujer nueva es un libro precioso, en cierto modo autobiográfico, en el que se narra la vida de una joven mujer en los años de la postguerra civil española.

 

Paulina, en plena guerra civil, se casa con Eulogio, joven soldado republicano, en un matrimonio sin valor religioso ni siquiera civil. Terminada la guerra Eulogio se ve obligado a huir a México. Paulina es encarcelada, y da a luz en la cárcel a su hijo Miguel.

 

Cuando al cabo de los años regresa Eulogio, Paulina es una mujer sufrida y con muchas dudas y preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la religión –cuyo inusitado auge contempla con recelo-, sobre el verdadero sentido de su unión con Eulogio.

 

Un pariente de Eulogio, Antonio, más joven que ella y que vive en el mismo pueblo, ha entrado en su vida sentimental, recordándole afectos que creía superados o desaparecidos, muy distintos o nunca hallados en Eulogio. Pero Antonio está casado con Rita, joven mujer enferma. Y Paulina decide escapar a Madrid.


La madre de Rita, Clara, ferviente católica, es la única que percibe el hondo sufrimiento de Paulina y su crisis existencial. La noche que Paulina hace el viaje en tren a Madrid, Clara la pasa en la iglesia, rezando de rodillas ante el Sagrario, pidiendo a Dios la conversión de Paulina y una luz que ilumine su vida.

 

Paulina despierta en un bello amanecer castellano.  Raptada por la contemplación de la belleza del campo y de sus casas, siente la presencia inefable de Dios que entra en su vida y la ilumina. A partir de ese momento Paulina cambia, aunque aún deberá pasar por muchas crisis y dudas hasta resolver su futuro.

 

El libro está bien trazado, denota un hondo conocimiento de la fe católica, y quizá haya sido relegado precisamente por su inspiración cristiana. Algunos han hablado de él como un libro feminista, que tuvo que esconder su contenido -avanzado para la época- en un barniz católico que buscaría captar la benevolencia de la censura.

 

Pero Carmen Laforet escribió siempre en clave autobiográfica, y sus libros reflejan sus propias inquietudes interiores. Leyó a Edith Stein y otros conversos, y tenía preferencia por los libros de  Santa Teresa de Jesús, especialmente Las Moradas. Fue amiga de escritoras como Elena Fortún, y con ella mantuvo una rica correspondencia que evidencia sus crisis interiores y su profundo anhelo de Dios. 


Laforet dedica el libro a la famosa tenista y escritora Lilí Alvarez, "mi madrina de confirmación", que también influyó mucho en su itinerario espiritual, provocando un proceso similar al de Paulina. Lilí llevó a Carmen Laforet a hacer ejercicios espirituales, como la protagonista de la novela. 


Hay pues algo más que un barniz religioso en este libro. Más bien refleja, en mi opinión, la alegría de una profunda experiencia espiritual, que le llevó al encuentro con Dios, y su deseo de contarla. Esa vivencia extraordinaria fue para Carmen Laforet una luz de esperanza en la noche oscura de su vida. 


Está bien tratado el ambiente y la mentalidad de la postguerra en España. Con esta obra Laforet obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1955.



 


lunes, 25 de enero de 2021

Ocio y vida intelectual

 


El ocio y la vida intelectual. Josep Pieper

 

Joseph Pieper (1904-1997) es uno de los filósofos más importantes del pasado siglo. Firmemente asentado en la tradición católica y en la filosofía de Tomás de Aquino, reflexiona sobre el momento actual, y lo pone en contraste con riquezas que proceden del manantial seguro de la Revelación y de la idea cristiana del hombre. Lo hace con un lenguaje razonado, no exento de serenidad y belleza, al que se podría aplicar aquella máxima de Confucio: “escritor es aquel a quien la forma supera al contenido.”

 

Sus ensayos sobre cuestiones de antropología son una delicia para el pensamiento, que invitan a la reflexión desde la mirada atenta a nuestra forma actual de vivir. ¿Es correcto lo que hacemos y cómo lo hacemos? ¿No nos estaremos perdiendo algo?

 

Pieper reflexiona sobre el utilitarismo, un mal de nuestro tiempo que consiste en pensar que sólo vale la pena dedicarse a buscar “lo práctico”, y que desprecia lo que aparentemente “no sirve para nada”. En ese marco, el trabajo intelectual, la filosofía, las humanidades, han quedado muy mal paradas, en la categoría de lo “no práctico”. 


Esa mentalidad "práctica" ha eclipsado también el sentido del ocio y su origen festivo. El ocio, dice, es mucho más que carencia de esfuerzo. Es precisamente lo contrario al esfuerzo, que son dos modos de estar en el mundo necesarios. El ocio surge de la fiesta, y es uno de los fundamentos de nuestra cultura. Cuando le sabemos  dar su significado pleno, resulta profundamente humano y enriquecedor de la personalidad. 

 

Pero en una cultura sólo interesada por buscar “lo práctico”, que no considera prioritaria la búsqueda de la verdad, el hombre queda materializado y a merced de las ideologías, incapaz de razonar ante las demagogias, que no han cesado de crecer desde la Revolución francesa.  Porque la filosofía no consiste sólo en buscar la verdad, sino también en comunicarla. Esto es lo grave de nuestra cultura actual: que muchos se hayan habituado a hablar sin comunicar la verdad, sino su interés. Y quien habla sin comunicar expresamente la verdad está manifestando que no respeta al otro como persona humana.

 

Un mal de nuestra época es también el desinterés por los valores heredados. El desprecio hacia lo antiguo por el mero hecho de ser antiguo. Es un error grave: la humanidad avanza precisamente porque tiene sentido de la historia, y sólo sobre el conocimiento de lo mejor del pensamiento pasado se puede construir el progreso. Ya los antiguos lo sabían: “el respeto a la tradición se debe a que en ella está guardado el testimonio acerca del verdadero ser del hombre y del mundo.”

 

Ese utilitarismo de nuestra generación, dice Pieper, procede de una concepción aburguesada de la vida. El aburguesamiento consiste en un embotamiento de la mente, que al percibir sólo lo inmediato material como realidad compacta y definitiva, imposibilita la capacidad de trascender a las verdades que están más allá de lo material. El burgués lo encuentra todo evidente: “lo que se puede contar y pesar, todo lo demás son palabras que se lleva el viento”, viene a decir. El burgués ya no es capaz de asombro.

 

       Pero el asombro es un elemento crucial de la vida. Como la alegría y el deseo de saber, el asombro es la disposición necesaria para descubrir lo nuevo. Lo que suscita asombro también produce alegría. Sin esa capacidad de asombro, la vida se aplana, amuerma y entristece. Pierde fuerza y capacidad de volar alto.

 

Hay una reveladora frase de Fichte: “la filosofía que se elige depende de la clase de hombre que se es.” Pero quizá a esta frase se le podría dar la vuelta: hay que tener mucho cuidado con la filosofía que uno sigue, porque determinará su modo de vida, su ser como persona. Y puede acabar convirtiéndole en un sujeto lamentable.

Josef Pieper

Tomás de Aquino puso el dedo en la llaga al distinguir entre dos tipos de saberes. Hay un saber teórico, cuyo fin es la verdad. Y hay un saber práctico, que tiene por fin la acción. No debemos despreciar el primero, porque sin verdad, que es la guía segura de nuestro destino, el hombre se vuelve prisionero de sus caprichos o de los caprichos de otros más fuertes que él. 

 

En el ámbito de la enseñanza ese utilitarismo, para el que no cuentan los saberes teóricos, ni los bienes inmateriales, acaba revolviéndose contra la libertad académica, que consiste precisamente en estar libre de cualquier fin utilitario. Cuando la ciencia se convierte en pura organización para servir a intereses del poder, la libertad académica desaparece.

 

Señala Pieper que la capacidad de decisión es –entre otras cosas- lo que nos distingue de los animales. Lo más importante de la decisión es que el conocimiento de la realidad sea transformado en resolución de obrar. Todo un reto para el lector contemporáneo, que, mediante la lectura serena de este libro, descubra que hay estilos de vida que bien merecen una decisión para cambiarlos. Nunca es tarde.

 

jueves, 21 de enero de 2021

Eduardo Ortiz, médico amigo



Eduardo Ortiz de Landázuri. El médico amigo. Esteban López-Escobar y Pedro Lozano. Ed.Rialp

 

Biografía de un médico de reconocido prestigio humano y profesional, que ha dejado una huella imborrable en miles de pacientes y profesionales de la medicina de España.  

 

Tras sus primeros años de ejercicio de la medicina en Madrid, junto al profesor Jiménez Díaz, ganó la cátedra en la universidad de Granada. Allí conoció el Opus Dei, gracias a un joven licenciado que entró a colaborar en su cátedra, que era miembro del Opus Dei.

 

En 1952 asistió a un curso de retiro en Molinoviejo, un centro de actividades de formación cristiana que dirige el Opus Dei en Ortigosa del Monte (Segovia). Se sintió impactado por el estribillo que repetía con frecuencia el sacerdote en las prédicas, don Ignacio Orbegozo: “Y tú, ¿qué haces?”

 

Su asombro fue mayor cuando descubrió que lo que se le estaba proponiendo era nada menos que ser santo, a él, que era un cristiano corriente, trabajador como tantos, casado y con hijos. Se encontró de frente con la llamada universal a la santidad en medio del mundo, que el Opus Dei tiene por encargo del cielo recordar a todos. A su regreso a Granada pidió ser admitido en el Opus Dei.

 

Ortiz de Landázuri respondió generosamente a san Josemaría, cuando éste le planteó si estaría dispuesto a trasladarse a Pamplona para poner en marcha, en la incipiente Universidad de Navarra, la Clínica Universitaria y la Facultad de Medicina. Era empezar de cero, dejando una cómoda y prestigiosa posición, y una consulta médica floreciente.  

 

Sufrió en sus carnes el clima de oposición y recelos hacia el Estudio General de Navarra, generado por el ambiente estatalista de la España de los años 50 y 60. Pero supo superarlo con una gran capacidad de trabajo y sentido sobrenatural. En su trabajo lo principal eran los pacientes, y se desvivía por cada uno.

 

Su fama como médico se extendió por toda España: atendió a cerca de quinientos mil pacientes, y dejó en todos una huella imborrable por su cariño, reciedumbre y generosidad. Fallecido en 1985, en 1998 se introdujo su Causa de Canonización. En 2013 se inició también el proceso de canonización de su mujer, Laurita Busca, farmacéutica. Juntos fundaron una familia cristiana alegre y numerosa.

 

El libro está escrito con agilidad y un contenido rico en anécdotas de la vida cotidiana, que arrojan luz sobre un modelo de conducta imitable por cualquier persona corriente que desee hacer el bien a los demás con su trabajo profesional. Muy recomendable para profesionales de la medicina y la salud.






 

miércoles, 20 de enero de 2021

La aventura de la Reconquista

 



La gran aventura del reino de Asturias. Así empezó la Reconquista. José Javier Esparza. Ed. La esfera de los libros  

 

Relato histórico de los 200 años que transcurrieron desde que un puñado de rebeldes cristianos, en Covadonga, un pequeño reducto astur en Cangas de Onís, en el norte de la península ibérica, se enfrentara al imperio musulmán y consiguieran formar un reino independiente.

 

A ese puñado de rebeldes astures, a los que no consiguió doblegar el ejército islámico, debemos la permanencia de la civilización cristiana en España. Animados por su victoria, los cristianos que aún conservaban sus tierras en zonas montañosas vieron que era posible defenderlas.

 

Así comenzó la Reconquista. Una aventura iniciada en el año 722, con la batalla de Covadonga, y que lentamente consiguió extenderse hasta llegar al río Duero doscientos años después, dando lugar al reino de León.  

 

Una empresa titánica, muy bien narrada, que el autor describe con rigor histórico y amenidad, situando en su contexto a personajes como el Beato de Liébana, monje del monasterio de santo Toribio, junto a los Picos de Europa, famoso por obras como su Comentario al Apocalipsis de san Juan (siglo VIII).


 

Esparza desmonta prejuicios despectivos que en los últimos años se han arrojado sobre esa fase esencial de la historia de España. Unos prejuicios que suelen provenir de personas que no saben situar los hechos en el contexto y en la mentalidad de sus protagonistas, para los que la fe, y la cultura surgida en torno a la religión, tenían un valor que ahora parece a muchos inusitado.   


Basílica erigida en el real sitio de Covadonga


 

viernes, 15 de enero de 2021

Comunicación institucional

 




ComunicAcción. José Luis Carrascosa

 

José Luis Carrascosa, por desgracia ya fallecido en accidente de tráfico, era asesor de comunicación y experto en información económica y mercadotecnia. Resumió en este libro su experiencia sobre la comunicación de las instituciones, una de las ciencias más impactadas por las transformaciones que ha supuesto el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información.

 

Carrascosa construye desde una necesaria concepción humanista de la comunicación, ya que comunicar es el acto humano por excelencia, en el que deben estar presentes el respeto a la verdad y a cada persona. Ese respeto, imprescindible en las tareas de información y comunicación, requiere una reflexión ética, sobre la que aporta algunas pistas interesantes.

 

Anoto alguna de sus ideas y al hilo añado alguna reflexión personal.


foto IESE

 

Comunicar requiere escuchar

 

Comunicar es sobre todo escuchar, señala Carrascosa. Escuchar está en la base de una comunicación que debe hacerse en orden ascendente:

 

-1º, escuchar (comunicación global)

-2º, posicionamiento (comunicación interna y marketing)

-3º, estrategia (comunicación-gestión)

-4º, respuesta (comunicación corporativa)

 

Comunicar significa comprometer la palabra y respetar al otro, escucharle, porque no se trata de una acción unidireccional. La acción de comunicar es un pacto entre dos: si no hay escucha atenta y disposición de dar respuesta no hacemos comunicación, sino monólogo.  

 

En comunicación no todo es hablar. El exceso de palabrería estorba: “Ese que habla tanto debe estar vacío, los cántaros huecos son los que más suenan” (R.Tagore). Una buena reflexión aplicable a muchos personajes públicos.



 

Veracidad y respeto al otro

 

Comunicar es decir lo que se hace y hacer lo que se dice. No cabe el engaño en la verdadera comunicación, ni la ocultación o el falseamiento de datos.

 

Deberían los políticos, y muchos periodistas, reflexionar sobre estas implicaciones éticas de la comunicación. Convivir con la mentira, acostumbrarse a usarla como instrumento de “trabajo”, supone hacer un daño quizá irreversible al conjunto social, porque la mentira genera desconfianza, y no se puede convivir sin confianza. Generar confianza requiere la disposición habitual de decir la verdad.

 

Creatividad

 

Respecto a la preparación de los mensajes, hay un trabajo previo que suele pasarse por alto: primero es preciso identificar y definir la audiencia a la que se dirige el mensaje. Además, el estilo del mensaje no debe introducir más cuestiones que las que se desea comunicar. El deseo de sorprender con cuestiones ajenas para captar la atención suele ser contraproducente.

 

Una sugerencia interesante para la creatividad es la recomendación de atreverse a poner por escrito las ideas: “Escribir sobre algo es a veces el primer paso para lograr que ocurra”, decía Lee Iacoca. La mente se activa en ese proceso de redacción, y lo que al comienzo eran solo ideas difusas, en el esfuerzo por identificarlas y expresarlas con palabras acaban por convertirse en ideas prácticas y operativas.

 

Comunicación como servicio público

 

El marketing y la comunicación -señala Carrascosa- consisten en facilitar que la gente pueda dirigirse a la empresa o institución con la pregunta: “¿qué has hecho últimamente por mí?”

 

No se trata de mostrar lo buenos que son nuestros productos, sino lo necesarios y útiles que son para cada uno de los posibles clientes: mostrar que lo que interesa a la empresa, a la institución, es atender las necesidades de la gente, y no colocarles productos.

 

Se trata de satisfacer la demanda, y por tanto hay que poner el esfuerzo en adecuar la oferta a lo que el público solicita, y no al revés.

 

Comunicación interna

 

En la comunicación institucional es prioritaria la comunicación interna. Es importante en toda organización compartir metas, “pensar juntos”, que es además una forma de superar la inteligencia media del conjunto.

 

Es sabido que en las empresas son pocos los que llegan a emplear el 100% de su energía en el trabajo: la mayoría se queda en el 25%. Una de las razones es la falta de motivación, que en parte suele estar causada por una deficiente comunicación interna.

 

Toda empresa debe idear sistemas para que se puedan compartir noticias, proyectos, informaciones de interés para los trabajadores, etc.

 

Una de las formas más atractivas de llegar al sentimiento de “pertenencia” a la empresa es conectar con las familias: concursos infantiles, fiestas familiares, celebrar los nacimientos, excursiones para plantar árboles, fiesta de Navidad con algunos detalles para los niños…

 

Parte necesaria de la comunicación interna es dedicar tiempo a escuchar a los empleados, acoger sus ideas, que puedan hablar con libertad sobre lo que piensan que no está bien planteado en la empresa... Hay que retomar esa conversación periódicamente para recoger el feed-back.

 

El arte de comunicar, más que una técnica o aptitud, es una disposición que hay que cultivar, hasta que se convierta en hábito.  No consiste tanto en hacer planes, como en convencer a quienes deben participar en ellos de la necesidad de hacerlos.




 

Desarrollar el músculo informativo de la empresa

 

Un obejtivo importante del trabajo de todo director de comunicación debe ser desarrollar el músculo comunicativo de la empresa. El mejor comunicador de los intereses de la empresa es la gente de la propia organización, directivos y empleados.

 

Es un error mantener a los propios trabajadores y directivos al margen de la comunicación, aunque sea con la buena intención de no distraerles de sus ocupaciones profesionales. La empresa comunica con todo, y la mejor imagen la dan sus propios empleados.

  

Derecho ciudadano a la información

 

Respecto a la relación con los medios informativos, señala que la comunicación institucional ha de entenderse como un valor añadido al trabajo del periodista. El derecho a callar y el derecho a investigar se armonizan cuando se entiende que el derecho a la información no reside ni en la empresa ni en el periodista, sino en el público, en los ciudadanos.

 

La necesaria reflexión ética

 

Carrascosa apunta situaciones frecuentes que demandan una reflexión ética, tanto de los medios y los periodistas como de las empresas y sus directores de comunicación:

 

-hay noticias verosímiles, pero que sin embargo no son veraces; se cae penosamente en una ambigüedad informativa consciente…

 

-hay nuevas formas de soborno que requieren una conducta ética recta y firme: compra-venta de información, complicidad soterrada…

 

-cuando el jefe exige torcer o manipular la noticia, o no deja tiempo para contrastar la información, ¿cómo defenderse?

 

-redactar para llamar la atención de quien no se interesa nunca por nada…

 

-hay una conducta que empaña mucho el prestigio de los medios: lo que Carrascosa denomina la calumnia judicializada: el chantaje en forma de campañas de prensa. Existe la verdad, luego está “lo que se dice”, y está lo que el periodista logra comprobar por sí mismo que sucede. Hay que distinguir claramente cada cosa al informar, y no hacerlo es un comportamiento injusto e inmoral.

 

Malas respuestas a estas cuestiones y a otras similares está en la base de la crisis de credibilidad de los medios informativos.




 

Comunicación de crisis

 

La mejor garantía para la comunicación de crisis es una buena gestión cotidiana de la comunicación. Ser una fuente conocida y bien identificada por los canales de información es un punto de partida inmejorable para la gestión de la crisis cuando suceda.

 

Función social de la empresa

 

No está de más recordar que toda empresa tiene una función social, y lo hace Carrascosa, que además de buen comunicador conocía los entresijos de la economía. Hoy, desde algunas ideologías estatalistas se considera sospechosa cualquier iniciativa empresarial de los ciudadanos. Pero una sociedad crece sana y fuerte sólo cuando la función del Estado se limita a fomentar, facilitar y proteger la libre iniciativa y emprendimiento de sus ciudadanos.

 

Las empresas no son otra cosa que el resultado de la actitud emprendedora de los ciudadanos, una actitud que genera riqueza para toda la nación. Es una obviedad que sin embargo no captan algunas mentes intoxicadas por ideologías que fomentan la apatía ciudadana.

 

El Estado tiene una función subsidiaria: la de atender necesidades sociales que la iniciativa de sus ciudadanos no alcance a cubrir. Donde ese principio de subsidiariedad se confunde, y el Estado se apropia de esferas de la actividad donde no es necesaria su presencia, la iniciativa ciudadana se paraliza y con ella se empobrece y colapsa la sociedad entera.

 

Las empresas, y todas las organizaciones, incluidas las que carecen de ánimo de lucro, tienen una función social. Su responsabilidad es asegurar que se producen los bienes y servicios que la sociedad necesita. Al mismo tiempo deben reclamar el reconocimiento y la compensación, no exclusivamente monetaria, que la sociedad les debe por ello.  

 

Esa función social de la empresa se concreta en asegurar que el proceso de cobertura de necesidades y de intercambios se lleven a cabo en la forma más eficaz posible. Es una experiencia constatada que esa eficacia decae precisamente en los regímenes estatalistas, en los que no se incentiva la iniciativa ni se premia el emprendimiento. (No lo resalta Carrascosa, pero lo añado porque viene a cuento.)

 

Cuando una empresa no aporta un valor añadido, sencillamente es rechazada por el mercado y desaparece.  Con un Estado inoperante, se puede añadir, es más difícil. ¿Qué resultado obtendríamos al aplicar estos principios de comunicación institucional a los gobiernos y organismos oficiales, que tantas veces confunden la comunicación con propaganda no respaldada por la verdad de los hechos?

 

La comunicación sincera, la buena fe, la transparencia, constituyen también un invalorable “fondo de comercio” de las instituciones, y el mayor beneficio neto distribuible, en una verdadera sociedad de la comunicación como la que tenemos.

 

El mayor éxito en comunicación consiste, precisamente, en lograr ser lo que se desea parecer. Es una de las razones por las que el director de comunicación debe estar en los órganos de gobierno de mayor nivel de la empresa. No es su trabajo construir una imagen cara al exterior, sino ayudar a construir la realidad de la empresa para que llegue a ser lo que quiere mostrar que es.


Sobre la función social de la empresa me parece interesante esta conferencia en el IESE de monseñor Fernando Ocáriz.